Susana Abaitua
“Si pudiera vivir del teatro, haciendo lo que me gusta y sin ser famosa, sería de lo más feliz”
Desde los 16 años cosecha éxitos. Recientemente estrenó las películas ‘70 binladens’ y ‘4 latas’ y ya se prepara para ‘Patria’, la primera producción española de HBO
LUIS MIGUEL ROJAS (@luismirrojas)
REPORTAJE GRÁFICO: ENRIQUE CIDONCHA (@enriquecidoncha)
Dice que una puesta de sol no la cambia por nada. Susana Abaitua (Vitoria, 1990) encuentra en el mar y la montaña sus rincones favoritos para disfrutar de la vida. Así que no es de extrañar que guarde en la retina de sus verdosos y grandes ojos algún que otro ocaso de los que no repiten. Se regocija también en los caprichos gastronómicos de Ainoa o Zugarramurdi y coquetea con deportes como el surf o el skate. Si uno le sigue la pista en las redes sociales percibe que siente devoción por los animales, que disfruta con una charla entre amigos o que la cámara no hace más que reiterar su belleza del vivo y el directo.
Esta actriz atrapa con su sonrisa y con un discurso ansioso pero meditado. Es un alma colmada de inquietudes que siempre ha encontrado motivación en el arte y en un entorno que en absoluto mermó su infinita ilusión.
— El gusanillo de la interpretación le picó porque en sus clases de danza clásica le pidió a un profesor un cambio de papeles…
— Sí. A cambio de unas clases de danza él tenía que darme algunos truquillos de interpretación. Mi madre no estaba muy convencida porque yo de pequeña era un poco cabeza loca. No sabía si valdría para esto. Precisamente ese profesor tenía un representante, salió un casting para mi perfi, me presenté y parece ser que cuajé [risas].
— ¿Y jamás había hecho nada de interpretación?
— He soñado mucho con esto. Además, tengo muchos recuerdos de pequeña delante del espejo, de haber hecho shows para la familia… No paraba quieta.
— Se intuye que era una niña creativa.
— Muchísimo. Era muy buena en lo que me gustaba y mala en lo que no. También tenemos un sistema educativo que no potencia la creatividad de los niños. Lo bueno en mi caso es que mi madre es profesora de baile y tuve mi mundo aparte para crear. Y mi padre siempre ha hecho surf y me llevaba.
— Los idiomas también le gustaban.
— Los tengo sin querer. Mi padre es medio francés y desde muy pequeñita hablaba con él en ese idioma. Y además me he criado en el País Vasco francés. El inglés se me da bien… ¡Ah, y los acentos! El argentino lo hago perfecto [risas]. ¡Qué flipada yo! En el curro me gusta jugar con acentos. En una obra de teatro tuve que hacer de prostituta serbobosnia y tenía que aprenderme un diálogo en serbio. Hay algo tan bonito en aprender y meterse en un idioma que se aleja tanto de ti…
— ¿Cómo fue ese primer casting fortuito?
— Me acuerdo mucho. Fue para mi primera película, La buena nueva. Y esto no lo he contado nunca: debía decir qué trabajos había hecho antes y yo no llevaba nada porque tampoco lo tenía [risas]. Todos los que pasaban por delante decían sitios donde habían trabajado, y cuando llegó mi turno dije que una vez salí en la ETB sentada en el Olentzero pidiéndole los regalos. La lógica que seguí era que, como había salido en la tele, pues ese debía ser mi primer trabajo.
— No solo se estrenó con ese trabajo, sino que además ganó luego el premio a la mejor actriz revelación en el Festival de Cine Español de Toulouse. ¿Cómo vivió ese reconocimiento?
— Fue muy raro. Me llamaron un año y medio después y pensé que se habían equivocado. Cuando reconocen tu trabajo, eso va directamente al ego, ¿no? Es como una pastillita que va directamente ahí. Pero no va más allá. Tengo mejores recuerdos de esa peli que el del propio premio: en concreto, de la secuencia donde me rapan la cabeza. Ahí hubo muchas emociones. Pero se agradece, ¿eh?
— Su vida como actriz comienza en Madrid. ¿Qué esperaba de la ciudad?
— Tenía muchas ganas. Mi hermana ya se había marchado porque es bailarina profesional y yo la envidiaba. Tenía casi 18 años e hice Bachillerato en la capital. Cuando hay un cambio de ciudad, la gente tiene como un bajón hasta encontrarse, pero a mí eso no me pasó. Tenía tantas ganas que fue sencillísimo. Me gustó mucho Madrid. Empezaba a vivir otras cosas. Fíjate, nunca me había besado con chicos, y todo fue como… ¡wow! Las experiencias… [risas].
— En alguna ocasión dijo que el teatro no da la fama. Sin embargo, cuenta con una mochila llena de montajes.
— Si pudiera vivir del teatro, haciendo lo que me gusta y sin ser famosa, sería de lo más feliz. No pasaría lo que en su momento se dio con Física o química o Compañeros… No existe el bombazo en una obra de teatro. Si alguna vez he dicho esa frase, ha sido en el buen sentido de la palabra. Quizás la dijera más en el sentido de que parece que no eres nadie si no sales en la tele. Para mí el teatro es trabajo y es pasión. Sin que nadie me mate, el teatro es más tierra, no es tan Instagram.
— Habla de Física o química, pero de La pecera de Eva se llevó a varios amigos, entre ellos Aura Garrido, galardonada con el premio Joven Talento de AISGE. ¿Qué opinión tiene de ella?
— La pecera… creó mi grupo, mi gente de ahora. Tendría 18 o 19 años, no recuerdo bien. Aura es una amiga maravillosa, hemos vivido juntas, la conozco muchísimo a ella y también a sus padres, a sus gatos… Es buena gente, alguien con quien puedes contar. Ayer estuve hablando casi una hora con ella.
— ¿La pecera de Eva o Sé quién eres?
— ¡Eso no vale! Diré en qué nivel cada una. La pecera… fue mi segundo trabajo y me dejó clarísimo que quería dedicarme a esto. Ahí cree además mi grupo de amigos. Con Sé quién eres me conocí a nivel profesional. Pau Freixas es un director con el que no tengo que leerme ni un solo guion. Si él me ofrece algún personaje, no lo dudo, incluso teniendo otros. Somos muy parecidos a la hora de trabajar y no nos cansamos de hablar, de crear, de proponer. El equipo técnico de esa serie era maravilloso. Y qué decir de Álex Monner, Blanca Portillo, Francesc Garrido… Es donde más me han empujado como actriz.
— Y trabajar con Blanca Portillo son palabras mayores para usted.
— La adoro. El primer día le dije que estaba muy nerviosa porque un rodaje con ella me hacía estarlo. Yo quería quitarme ese nerviosismo todo el rato. Ella me soltó un “¡Qué tontería!” y desde ese momento me relajé. Blanca Portillo es poder mirar a una actriz a los ojos y saber que la secuencia va a estar mejor porque estás trabajando con ella. Pero no porque se crea mejor, sino porque te trata de igual a igual, te da seguridad.
— ¿Cómo se siente La llamada de los Javis?
— [Risas]. Pues fue una llamada en toda regla. Me sorprendió mucho. Fue un reto muy grande para mí porque tenía pánico a cantar. Siempre he tenido ese gusanillo, y cuando me llamaron, dudé precisamente por eso. Y también porque estaba con otros proyectos. Mi representante me dijo que tenía que intentarlo… y a día de hoy no me arrepiento. Estar en una obra de teatro con una banda y cantando es una sensación que no había vivido nunca. Y me di cuenta de que cantaba mejor de lo que esperaba. A ver, tengo que prepararme la canción, no llego a un karaoke y me arranco por Whitney Houston [risas].
— Antes ha mencionado Instagram. Y cuenta con un número considerable de seguidores. ¿Se considera una influencer?
— No, para nada. Ni me lo he planteado. No estoy nada centrada en eso. Cuando hago alguna colaboración es porque conozco personalmente a quienes están tras de la marca en cuestión… Por amistad. Sin ir más lejos, no sé a qué hora funciona mejor una foto en Instagram.
— Cada vez se habla más de que en las pruebas ponen mayor atención en el número de seguidores que en el talento. ¿Le ha ocurrido eso?
— Antes también ibas a un casting y te cogían por guapa y no por buena actriz. Al final la superficialidad emerge en el momento en el que haya un productor al que le dé absolutamente igual el arte y le interese más el estereotipo y la recaudación. Antes cogían a la guapa y ahora miran los likes. Yo creo, no estoy segura del todo, que está pasando una cosa: Instagram se está dando golpes en ese sentido. Se ve rápidamente si llevas o no a la gente al cine. Te pueden coger en una serie por ser la persona que más lo peta en Instagram y que luego no consigas atraer a gente. Se ve que no está totalmente relacionado.
— O sea, que también perjudica.
— Hay una parte que sí, y eso me da rabia, me parece injusto. Puedes ser influencer o instagramer y una pedazo de actriz. Hay muchos directores que, si te ven inmersa en este boom, sienten rechazo porque eso conlleva estar pendiente de la imagen y del qué dirán, y es probable que eso desvirtúe tu trabajo en el rodaje. Yo he escuchado a directores que han dicho con tono poco agradable: “Pero si esta es instagramer…”. Así que creo que beneficia para ciertos proyectos pero no para otros.
— ¿Con qué directores y directoras le gustaría trabajar?
— ¿Me vengo arriba? Tengo una fantasía llamada Xavier Dolan. En teatro, con Miguel del Arco. Me encantaría con Amenábar, y de hecho hubo, estuve a punto. Y por supuesto, con mujeres como Isabel Coixet y Carla Simón, que hizo Verano 1993 y me encantó. Tengo ganas de currar con una mujer porque llevo desde los 16 años trabajando en esto y aún no lo he hecho. No me parece justo.
— Si pudiera elegir el proyecto de sus sueños, ¿cuál sería?
— Qué difícil esta pregunta. Me pasa cuando veo algunos papeles, porque me fijo más en el personaje que en la historia general. Eso sí, no tengo ninguna obsesión por cruzar el charco. Mi ideal en el fondo es que, más allá del personaje, que lo considero esencial, se mueva algo en la sociedad.
— Ahora está en un proyecto de gran envergadura. La novela Patria, de Fernando Aramburu, fue un best seller. Y HBO la ha elegido para su primera serie española. ¿Qué le parece?
— Muy bonito. Y me parece genial que se hable del conflicto de ETA. HBO es calidad, noto que cuida las historias, pocas cosas de baja calidad ha producido. Ahí está Juego de tronos, de la que soy muy fan.
— ¿Cómo se vive por el norte el rodaje, sobre todo en exteriores, de la serie?
— Aún no he hablado con la gente de la calle, porque hay un momento en que mi personaje se va a Zaragoza y no vive tanto lo que acontece en el pueblo. Y ahora se están grabando muchas escenas en el pueblo. Eso sí, estarán flipando con los “Gora ETA” propios de la época de Patria.
— ¿Aprovecharán algunos grupos políticos el lanzamiento de esta producción para hilar su discurso?
— No me lo planteo. Es solo una serie, y tampoco es abanderada de nada, no se posiciona. Estamos contando un conflicto humano entre dos familias. Yo estoy trabajando con todo el respeto y bien documentada, sin ponerme yo, que soy vasca, como abanderada de nada, sino limitándome a contar una historia.
— La política está en nuestro día a día y en el foco de todos los debates actuales. ¿Qué opina de que los políticos no dediquen minutos a la cultura?
— Esto lleva pasando toda la vida. Es una pena, porque la base de todo es la educación, y en la educación entra la cultura. Si hay países que fomentan muchísimo la cultura, ¿por qué nosotros no? Hay que votar y hay que estar presentes. Nunca habrá un partido hecho a tu medida, pero sí uno que se le acerque.