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29-03-2017

Autores, presentadores y responsables del Taller, este 28 de marzo en la sede madrileña de la Fundación AISGE

Autores, presentadores y responsables del Taller, este 28 de marzo en la sede madrileña de la Fundación AISGE


Cómicos con mil vidas y mil muertes que contar


Emilio Laguna, Antonio Rosa, José Antonio Sayagués, Jack Taylor y Manolo Royo reivindicaron la sufrida pero arrebatadora profesión de actor en la presentación de sus autobiografías para el Taller de la Memoria de la Fundación AISGE
 
 
PEDRO PÉREZ HINOJOS
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha
Si la memoria es el recuerdo de la humanidad, la de los actores bien puede abarcar las existencias y los pensamientos de la totalidad de la gran familia humana. La veterana actriz María José Alfonso planteó esta reflexión durante la presentación de la decimosexta hornada de libros autobiográficos del Taller de la Memoria de la Escena Española de la Fundación AISGE. El proyecto cumple una década consagrada a la recuperación y conservación del legado más vivo del arte de la interpretación: las vivencias, tribulaciones, penas y alegrías de los actores y actrices.
 
 

Amparo Climent

Amparo Climent

 
 
   En un repleto salón de actos de la sede de AISGE, Amparo Climent, directora del taller y conductora de la cita, abundó en esa idea de la memoria expansiva y especialísima de los actores, subrayando que el público “no es consciente de lo difícil que resulta la creación un personaje ni hasta qué punto dejamos nuestra huella en ese proceso, recurriendo a nuestras propias experiencias y sentimientos”.
 
   Y ante esta afirmación, cabeceaba en señal de afirmación el quinteto protagonista de esta nueva edición de memorias; cinco emocionados actores que acumulan en cuadrilla cerca de tres siglos de carrera en teatro, cine, televisión y espectáculos de variedades; y que las han visto, literalmente, de todos los colores, cada uno con sus peculiaridades: el jovial Antonio Rosa, un fijo en los elencos de las mejores compañías teatrales del último medio siglo; el infatigable Emilio Laguna, un soberano intérprete de nuestros clásicos, más recordado en cambio por las comedias y los programas televisivos de humor; el sobrio José Antonio Sayagués, un auténtico corredor de fondo de la escena española; el elegante Jack Taylor, un trotamundos fascinante, entre su vecina Marilyn Monroe y su éxito como leyenda del cine de terror; o el polifacético Manolo Royo, dueño de una biografía que va mucho más allá de su maestría con los chistes y las parodias.
 
 

Fernando Marín

Fernando Marín

 
 
   Ante ellos, el vicepresidente de AISGE, Fernando Marín, manifestó su pesar porque “muchos no saben quiénes somos, y a veces ni quieren saberlo”. Y para contrarrestar esta ignorancia injusta, invitó a todos los presentes a leer esta nueva colección de libros “hasta el final”, que cobijan entre sus páginas modelos de vidas comprometidas con la profesión, contadas con prodigalidad de detalles, lances y anécdotas de toda laya.
 
   Y con la “complicidad” y la ayuda prestada en el Taller de la Memoria, apuntó Climent, para la ardua tarea de narrar y poner negro sobre blanco vidas y obras, con esas cinco nuevas autobiografías son ya 92 los libros de actores y actrices. Un legado que cada vez despierta mayor admiración en los estamentos culturales de nuestro país e incluso más allá de nuestras fronteras, destacó el coordinador del taller, Juan Jesús Valverde. Con diez años ya acumulados por esta iniciativa, las memorias están cumpliendo con creces el doble propósito de despertar ilusión y generar testimonios: “Creo que el acierto de AISGE con este taller colma las ilusiones de infinidad de colegas, de alguna forma injustamente marginados por edad. No nos olvidemos de ellos antes de tiempo, antes del último acto”, exhortó Valverde, quien recordó, parafraseando al actor francés Joubet, que los cómicos disfrutan del privilegio incomparable de “vivir mil muertes y morir mil vidas”.
 
 

 
 
Antonio Rosa
La facilidad de creerse hasta lo inventado
“Emborrachado de imágenes” desde que tuvo uso de razón, pues su padre regentaba dos salas de cine en la localidad murciana de Totana, su patria chica, Antonio Rosa ha  hecho un repaso pormenorizado a su carrera en una narración que ha titulado Una apremiante necesidad. Sus estudios en Barcelona, su destreza como actor de acompañamiento al lado de grandes nombres como Nuria Espert, José Tamayo, Adolfo Marsillach o Arturo Fernández, su debut en cine a través del spaghetti western con El bastardo y su despedida del oficio con Las manzanas del viernes, junto a la gran Concha Velasco, son hitos de una larga carrera, contada “sin invenciones. Y si las hay, que es muy poco, es con sinceridad”, reconoció burlón y exultante el veterano actor.
 
 

 
 
Jack Taylor
Cuidado con los actores mayores
Tras codearse con Marilyn Monroe, Clark Gable o Shelley Winters, Jack Taylor, o más exactamente George Brown Randall, dejó su Oregón natal y emprendió una exitosa carrera en México, que continuó luego en España, especializándose en el género fantástico de serie B. Cuento lo que mi disco duro me permite ha sido el título que ha elegido para su libro, donde, ante todo, expresa su profundo agradecimiento por haber podido dedicarse a una profesión insólita “en la que puedes empezar como bebé en brazos de alguien y acabar como abuelo”. Con su inconfundible mirada celeste recordó que el primer consejo que le dieron en el gremio fue “respetar a los veteranos”. Y él lo da ahora, confesó, “porque hay que tener mucho cuidado con los actores mayores: con un pequeño gesto, con una tos, abrochándose la chaqueta… te roban la escena”.
 
 

 
 
José Antonio Sayagués
Con una maleta llena de lluvia y frío
El que resiste, gana, reza un viejo dicho, que para José Antonio Sayagués es una certeza absoluta, como deja de relieve en su relato autobiográfico, que ha titulado Semblanza de un cómico. Animado por una vocación invencible, fue el actor más perseverante y luchador de su generación en su Salamanca natal, donde participó en grupos de teatro de cámara y universitarios, afrontando desde primera hora repertorios exigentes donde asomaban desde Beckett y Arrabal a los Tirso y Calderón. Y un día, desembarcó en Madrid “viniendo de la nada y con una maleta llena de lluvia, de frío y de viento”. Y aquel comienzo se consumó tres décadas después, “el largo tiempo que me ha costado hacer mi carrera”, consagrándose como un actor referente y sólido dando vida a Pelayo en la popular serie Amar es para siempre.
 
 

 
 
Manolo Royo
Un renacentista napoleónico
Actor y humorista, pero también pintor, cantante, ciclista, comentarista e inventor, entre otras muchas más cosas. Como por ejemplo, escritor, con cinco libros de su puño y letras antes de ver la luz Ahora que aún me acuerdo, la narración vital que Manolo Royo ha escrito para el Taller de la Memoria. No hacía que falta que su padrino en el acto, el prolífico escritor Antonio Gómez Rufo, jurara que el intérprete aragonés “es un renacentista” y que su narración es altamente “pedagógica”. Royo avanzó que las amarguras y las alegrías se entreveran en su libro, siguiendo siempre la máxima napoleónica sobre la esencia del triunfo: “No es vencer siempre, es no desanimarse nunca”. Y entre bromas (muchas) y veras, admitió que en su libro “me he vengado y al final perdono”.
 
 

 
 
Emilio Laguna
El niño que quiso ser Gary Cooper… y ahora Chaplin
Es casi imposible encontrar en la trayectoria de Emilio Laguna un género en cualquier medio interpretativo donde no haya bregado. Por eso, Juan Carlos Naya, padrino de la presentación de su libro, exclamó que este libro “compensa su no Premio Goya, su no Premio Max y su no Medalla al Trabajo”. Visiblemente emocionado, e interrumpido por los aplausos más prolongados del acto, Laguna confesó: “con casi 87 años no tengo apenas amigos: los de mi edad murieron y los jóvenes están en sus amores”. En esta soledad, la preparación de Parece que fue ayer le ha permitido poner en orden la extensísima carrera nacida de una vocación “nacida del hambre” y por la que “quería ser Gary Cooper cuando salía del cine”. Hoy, confesó, se siente más como Charles Chaplin, cuando en el diálogo final de la colosal Candilejas reconocía que odiaba el teatro, “lo mismo que odiaba la visión de la sangre, pero la llevaba dentro de su piel”.
 

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