Telmo Irureta
“Me encanta jugar. Este mundillo va de eso, ¿no? Vivimos jugando”
La nominación al Goya como actor revelación por su trabajo en ‘La consagración de la primavera’ ha sido la guinda de su eclosión en el panorama interpretativo. Él ya es un referente en la disolución de barreras para los artistas con discapacidad
PEDRO PÉREZ HINOJOS (@pedrophinojos)
Se veía venir que Telmo Irureta (Zumaia, Gipuzkoa, 1989) iba a convertirse en una de las estrellas de la temporada. Su personaje en La consagración de la primavera, de Fernando Franco, ha dinamitado muchos esquemas y ha excedido los límites de la discapacidad motora de este joven actor vasco, profeta en su tierra tras haber conquistado al público y la crítica del Festival de San Sebastián. Una encefalitis le provocó a los dos años de edad una parálisis cerebral que le encadenó para toda la vida a una silla de ruedas. Nunca se ha rebelado contra esa condena, pero tampoco permite que le condicione. Un carácter provocador e irónico y una lucidez a prueba de bombas han sido sus armas. Estudió Magisterio y Pedagogía y se orientó más tarde a la formación como actor, animado por la presencia cercana de su tía, la actriz Elena Irureta. Y en ese ambiente es donde encontraría su lugar. Exitosos monólogos y varios cortos dieron paso a su salto al largometraje con Fernando Franco. Este debut le ha brindó además la nominación al Goya en la categoría de actor revelación. Y se lo ha llevado. Con tan apabullante irrupción, cuesta encontrarle freno. Su personalidad arrolladora le hace imparable.
– Su llegada a lo grande al cine puede calificarse casi de doble salto mortal: afronta un personaje central, no marginal, en una historia que aborda un tabú, el sexo en las personas con discapacidad. ¿De qué parte se siente más satisfecho?
– Dejemos que el salto siga siendo doble. Va todo junto, y es muy guay.
– No le resultó sencillo conseguir el papel. ¿Cómo fue el trabajo con Fernando Franco y los compañeros?
– Te equivocas. Yo diría que me fue bastante fácil lograrlo porque el personaje se parece a mí [David es un chico con parálisis cerebral que entabla una relación especial con Laura, una joven cercada por la soledad y las inseguridades]. Desde el principio supe que las posibilidades me sonreían. Parecía que aquello estaba hecho para mí. Fernando es un director maravilloso. Trabajar con él y para él fue una verdadera gozada. ¡Y qué decir de Valèria Sorolla y Emma Suárez! Son buenísimas compañeras. ¡Qué suerte he tenido! Me las como. A las dos. Bueno, y a Fernando, también [risas].
– De lo mucho que se ha escrito y se ha dicho sobre usted y su labor en estos meses, ¿qué le ha llamado más la atención?
– Que en las entrevistas, por ejemplo, han sido bastante fieles a lo que yo he dicho. No ha habido sustos en ese sentido. Al menos en las últimas semanas no.
– Su actitud es muy desacomplejada, nada victimista. ¿Cree que eso ayuda en su convivencia con los compañeros y en su trabajo o le causa algún problema porque no es lo que se espera y se tiende a la compasión y la sobreprotección?
– Ayuda, ayuda. Siempre ayuda. Victimismo no queremos para nada. Y sobre todo, que nunca nos falte el humor.
– ¿Cuándo decidió dedicarse a la interpretación? ¿Qué es lo que te encendió la chispa y qué es lo que más te gusta de este oficio?
– Al finalizar mi etapa universitaria, con el mal sabor que me dejó la carrera de Pedagogía cuando la acabé, probé otro camino. Era el año 2012. Me matriculé en el Taller de Artes Escénicas de San Sebastián. Y no tardé en tenerlo todo muy claro. “Esto sí es lo mío”, pensé por entonces. Y creo que no me he equivocado. Estoy disfrutando muchísimo. Me encanta jugar. Este mundillo va precisamente de eso, ¿no? Al fin y al cabo, vivimos jugando.
– Sus primeras creaciones como actor fueron monólogos, probablemente la apuesta de mayor riesgo por estar más expuesto, sin posibilidad de que alguien le eche una mano encima del escenario. ¿Qué aprendió con ellos?
– Creé uno que fue aplaudidísimo, Toquecito minus. Me pasé años haciéndolo por todas partes. Todavía me lo piden de vez en cuando. Y yo acepto porque me lo paso muy bien, pero no quiero que piensen que solo sé hacer eso. Los siguientes monólogos los he creado teniendo bastante más experiencia. Es interesante estar solo en el escenario. ¿Si es complicado? Pues no me lo parece especialmente, aunque depende de qué público te toque en suerte… Uf, a veces puede ser durillo, sí.
– ¿En qué está embarcado en este momento y qué proyectos tiene por delante?
– Actualmente estoy de gira con la obra de teatro Sexberdinak (Sexpiertos en castellano). La escribí con Kepa Errasti y actúo junto a Aitziber Garmendia bajo la dirección de Mireia Gabilondo. ¡Vaya personitas tan bonitas cerca de mí! Hablamos de sexo, ese es el plan. Nos incumbe a todos. ¿Y en cuanto a proyectos nuevos? Seguro que acabarán saliendo.
– Ha repetido últimamente que es necesario que la discapacidad sea visible también en el audiovisual, pero que más importante es que se escriban personajes para personas con discapacidad. ¿Queda mucho para que se normalicen presencias como la suya en la televisión, el cine o el teatro?
– Aún nos queda muchísimo camino por recorrer. Está claro que vamos avanzando, pero todavía nos sorprende ver ciertos cuerpos, no está normalizado del todo. Somos raros, pero también somos muy capaces. Y para que se vea lo capaces que somos necesitamos que nos ofrezcan oportunidades. Lo de raros ya se sabe, salta a la vista.
– También ha escrito algunos cortos e incluso ha hecho sus pinitos con la música. ¿Piensa seguir explorando en todo ello o la prioridad es ser actor?
– Tengo tanta curiosidad que voto por ir probando cosas nuevas. Hay tanto con lo que disfrutar… Soy actor, y además me gusta escribir, inventar historias. Mi faceta musical es algo menos serio, algo más patético quizás [risas]. Canto. No tengo voz, pero no desafino.
– Díganos un sueño profesional que tenga. Sobre todo, si es inconfesable.
– ¿Hacemos una porno gay? [risas].
El riesgo inevitable de sentirse "encasillado"
En cuanto supo del proyecto de Fernando Franco, Telmo Irureta se lanzó convencido a por el papel. “¡Es que David y yo somos iguales!”, proclama cada vez que se le pregunta por su personaje en La consagración de la primavera. Primero, una videoconferencia; después; un viaje a Madrid; entre medias, muchas conversaciones. Todo ello hizo que se quedara con el papel y se metiera en la piel de ese protagonista al que aportó muchos detalles de su vida. El boli atado a la mano con un guante de ciclista para poder escribir es uno de sus rasgos cotidianos que le regaló a David en la ficción. El director, abierto a conocer mejor el día a día de la vida con discapacidad, no tuvo pega alguna en incorporarlo a la historia. Lo mismo sucedió con muchos otros rasgos íntimos sobre el sexo, la exhibición del propio cuerpo o la vulnerabilidad en numerosas de situaciones que suponían un desafío para el actor y que este asumió con valentía y el mejor talante, contando en todo momento con la ayuda de una coordinadora de intimidad. Lamenta Irureta, con sorna, el riesgo de “encasillarse” como intérprete de papeles de persona con discapacidad. Y remata la broma: “¡Pero para una vez que me salen personajes…!”.