– La última noche electoral usted tuiteó: “Cambio, cambio, cambio. Ada Colau, a dormir feliz”. ¿Qué le hacía hasta entonces dormir insatisfecha?
– Me costaba mucho sobrellevar que siguieran teniendo el poder los mismos, e incluso hoy aún conservan bastante. El cambio al que aludía aquella noche supone también una gran responsabilidad. Tanto Ada como Manuela Carmena son mujeres con fuerza, inteligencia y capacidad de implicar a la gente, al pueblo. Se equivocarán, sin duda, pero merece la pena apostar por algo diferente.
– ¿Cuáles son sus líneas rojas a la hora de expresarse en las redes sociales?
– Soy de naturaleza muy impulsiva, pero a veces he dejado en el último momento sin enviar algún mensaje que ya tenía escrito. Cuando tienes seguidores tan jóvenes has de ser prudente. Sobre cuestiones políticas, sin ir más lejos, hablo muy poquito. Procuro no faltar nunca al respeto e inculcar valores positivos: el aprecio por la cultura, la importancia de la valentía, el amor hacia los animales. En mi vida personal tengo más mala leche, me sublevan las injusticias y detesto la falta de respeto por los seres vivos.
– ¿Cuántos animales tiene ahora mismo en casa?
– Un perro y tres gatas. Desde pequeña he criado de todo, también patos, conejos o hámsteres. De niña una vez le escondí a mi madre 47 gatos en el garaje de casa. Acabó descubriéndome, claro, pero no me echó la bronca. Solo exclamó: “Ya decía yo que esta niña comía poco…”.
– ¿Tanto ha aprendido de eso que llamamos “animales irracionales”?
– Mucho. Los perros, por ejemplo, son pura fidelidad y amor incondicional. Me encanta su concepción de la familia, de la manada, ese empeño en que prevalezcan los demás sobre uno mismo. A veces pienso que me gustaría ser un perro. Su única preocupación es comer y dar cariño…