Tito Valverde
“Te hace mayor que te den tu primer papel de abuelo. Eso impresiona”
El policía encorbatado más popular del país cambia de uniforme para hacer de militar retirado con Gracia Querejeta
EDUARDO VALLEJO
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha
Si alguna vez coinciden con Tito Valverde (Ávila, 1951) y andan con prisa, por su bien no le pregunten ni la hora: habla por cuatro y ustedes van a llegar irremediablemente tarde. Ahora bien, si tienen tiempo, denle carrete porque pasarán un buen rato. Valverde ha vivido unas cuantas historias en las tablas y los platós, y tiene chufla y corazón como para contarlas con interés. Tras años de carrera teatral, sus papeles más recordados llegaron delante de una cámara. Ciudadanos, con ustedes: El comisario.
– ¿Qué mosca le picó para irse con 17 años a estudiar interpretación a Málaga?
– No fue por amor al escenario. Yo estaba en la OJE y entre otras cosas hacía teatro. Representábamos Cargamento de sueños, de Alfonso Sastre, y quedamos segundos en una competición nacional. Ganó la compañía ARA, de Málaga, que tenía un teatro escuela del que salió gente como Mónica Randall o Raúl Sénder. Para mi sorpresa, la mecenas de la compañía, que era la esposa de Edgar Neville, me ofreció irme con ellos.
– Una dosis de libertad intravenosa. ¿Y ahí le metieron el gusanillo?
– Me atraía el mar, la playa, la aventura... pero no el teatro. El veneno de actuar me lo inocularon allí poco a poco.
– En Madrid debutó con José Luis Alonso en 1974. ¿Cómo se lo montó?
– Acabada la mili, aterricé en la capital para probar fortuna. Era una locura, pero en esto o arrancas cuando eres un insensato o no lo haces nunca. Asalté a Alonso un día en Dorín [céntrico restaurante madrileño]. Sabía que había algún papelillo vacante en la reposición de El círculo de tiza caucasiano, que había sido retirada tres años atrás por el espanto que le produjo a la mujer de Carrero Blanco. Conseguí un papelito de coracero.
– Y feliz de la vida.
– Imagínese. Al lado de Bódalo y María Fernanda D’Ocón, con mi casco, mi pasamontañas, mi coraza de chapa y mis dos frasecitas, me había caído un año seguido de trabajo en el María Guerrero, tournée incluida.