Tuve la suerte de ver Una mujer fantástica en un preestreno organizado por la revista Shangay, con un público acostumbrado a ver cine que no se corta a la hora de representar nuevos valores. Digo esto porque, lejos de encontrarnos ante una película más, la sensación general fue la de ser testigos de un nuevo paso de gigante. La historia que relata es dura: Marina, una mujer trans, pierde a su pareja, Orlando, un hombre mayor que ella. A la tragedia de la pérdida se suma la incomprensión de la familia de Orlando, fiel reflejo de unas costumbres y tradiciones que obligan a Marina a enfrentarse a situaciones que ponen a prueba su dignidad y su identidad.
De lo que más se habló esa noche del preestreno fue de la interpretación de Daniela Vega en el papel de Marina. No es casual que la actriz comenzara asesorando al director y guionista en el proceso de escritura de la película. Sus experiencias reales, sumadas a su cultura (recomendó a Lelio los libros que leer, los lugares que visitar) se demuestran fundamentales para seguir los pasos de esta mujer fantástica en un mundo que no es tan fantástico como debería. Su lucha personal en un mundo donde siguen sin reconocerse los derechos de las personas trans dejaba de ser personal, porque la compartía con Marina, ese personaje que estaba naciendo.
Vega no sabía durante ese proceso que ella acabaría interpretando el papel. Es fácil imaginar su alegría cuando el director le comunicó que había entendido que solo ella podría dar vida a Marina y que el papel era para ella. Durante su estancia en España para la promoción, Vega habló en entrevistas de sus vivencias personales, de lo relativamente fácil que le fue meterse en la piel de un rol tan difícil. En su viaje personal hay una lección para los actores y actrices, especialmente para los que, como ella, se enfrentan a sus primeros personajes. Daniela, para su transformación en Marina, confió sobre todo en uno de los grandes temas de la película: el respeto. Su personaje, sometido a situaciones de abuso que son difíciles de aguantar, necesita que la actriz que la interpreta esté siempre de su parte.