Úrsula Corberó
“Ahora me siento
capaz de todo, de comerme el mundo”
Trabaja desde los seis años, triunfó en la tele juvenil, arrasa con la comedia y anhela mostrar su cara más desgarradora. A este paso no habrá quien la pare
FERNANDO NEIRA
Reportaje gráfico:Pau Fabregat
La tarde se ha puesto lluviosa y mohína, sin venir a cuento, en el corazón del Barri Gòtic, pero a Úrsula Corberó (Barcelona, 1989) no es tan sencillo borrarle la sonrisa de la cara. Menos aún si la cita acontece en esas vetustas y maravillosas granjas chocolaterías de la calle Petritxol, las mismas en las que dos décadas atrás ejercía de niña golosa en compañía de sus avis. Hay días que uno podría quedarse en la cama, sobre todo si amanece con un inoportuno herpes en el labio, ha olvidado en el taxi unas joyas de su abuela de gran valor sentimental y el suegro llama para anunciar que el perro le propinó un tirón y tendrán que recomponerle la muñeca en el quirófano. No importa. Úrsula, corazón y cabeza, temperamento y torbellino, puede con todo. Incluso con los quebrantos sentimentales, esa cacareada ruptura con el actor y modelo Andrés Velencoso, pocas semanas después de esta conversación.
Vendrán bien o mal dadas, pero Ursulolita, su alias en las redes sociales, no le baja tan fácilmente la mirada a la vida. Cree en ella misma, reivindica su talento mucho más allá de un rostro agraciado, se revuelve contra las injusticias aún asociadas en este oficio, a veces, a la condición de mujer. Lleva trabajando 20 de sus 26 años, acudía a los castings haciendo autoestop y ahora no piensa recular ni por un momento. El dueño de la Granja Dulcinea la invita a suizos con nata a cambio de un selfi. Unos chavales reguapos vencen la timidez y también se fotografían con ella. Otros se quedan con las ganas, muertecitos de la vergüenza, pero ponen la oreja durante la conversación. Ella tiene sonrisas para todo el mundo. También para quien pregunta. Aunque a veces se revuelva en la vieja silla de madera antes de responder.