– ¿Ahí nació tu lado más obsesivo como intérprete?
– ¡Ya era obsesiva!
– ¿Qué aprendiste con Bigas Luna?
– Me cambió la vida a nivel profesional y personal. Me dirigió, pero también me dejó volar, me dio libertad. Estaba muy tranquilo, tenía las cosas muy claras. Yo al principio apostaba por una Juani más extrema, menos empática, ante lo cual él me medía: insistía en que la gente tenía que sentirse identificada con ella.
– Es que te encanta extremar los personajes…
– Sí. Como espectadora me gusta que los personajes me sorprendan, no verlos venir de principio a fin. Me interesa mucho el proceso en el que juzgamos a alguien y luego le entendemos al descubrir las motivaciones para hacer lo que hace. Hay miedo por parte de los creadores a que los personajes no caigan bien, y a mí me resulta interesante que se explote eso. Pero para eso estáis los directores. Como actriz puedo decantarme hacia un lado de la balanza y ahí estás tú para guiarme, porque al fin y al cabo no deja de ser tu historia. Con el tiempo he tratado de aprender a leer mejor los guiones, descubrir qué quieren contar, intentar resolver junto al director las incógnitas que puedan surgir.
– ¿Qué características debe reunir tu director ideal?
– Que se fíe de mí, conseguir que yo confíe en él, que tenga una visión clara. Si siento que la tiene, me dejo llevar por él. Los directores debéis ser gurús, saber muy bien lo que estáis contando para así comunicarlo de la mejor forma al equipo. Pero a veces no te guían o te encuentras en proyectos en los que nadie sabe bien qué se cuenta al espectador. Entonces estamos perdidos, lo cual me da mucha pena, porque lo que más respeto me merece en el mundo son los espectadores. Para ellos trabajamos.
– Mójate y di cuál de los autores que pueblan tu currículum cumple con esos requisitos.
– Manuel Martín Cuenca, con quien hice La mitad de Óscar. Tenía una idea muy clara y la defendió hasta el final. Gracias a eso entendimos el espíritu de una historia tan particular, y no con largas charlas, sino jugando con improvisaciones. De repente venía y te susurraba algo al oído, o te contaba un secreto para ayudarte en un momento concreto. Sabe dar en la diana, permitiéndote además la suficiente dosis de libertad para crear por ti misma.