− ¿Qué diría que ha cambiado más en sus 50 años largos de trayectoria?
− Todo evoluciona, como es lógico. Verá: la última película que hice con dificultades de producción fue Amantes, que dicen algunos es la mejor. Por ejemplo, yo pedía una bandeja, y me traían un plato. Con eso había que apañarse.
− ¿Hizo alguna película con intenciones comerciales?
− La novia ensangrentada es la única película que he hecho muy comercial, para salir adelante. Y eso que en el rodaje estuve a punto de dejarlo todo.
− ¿Por qué? ¿No le convencía la protagonista, Maribel Martín?
− No me gustaban los actores [Simón Andreu, Dean Selmier], sobre todo. No me encajaban. Ella, un poco más, pero no estaba contento. Le pregunté al director de producción: “¿Cuánto cuesta volverme a casa?”. Solo quería recobrar la tranquilidad de antes. Me dijo que era imposible y que debía terminar, porque el costo era tremendo. Al cabo de 15 días se resolvió. Llevábamos solo una semana de rodaje.
EL DIRECTOR QUE SE SALÍA CON LA SUYA. Y CON RAZÓN.
− ¿Por qué se lleva usted tan mal con los productores: 'Carmen', 'Juana la Loca', 'Tirante el Blanco'…?
− Pues no lo sé. Creo que por culpa de ellos. Hay alguno con el que no me he llevado mal, pero habla mal de mí, como Andrés Vicente Gómez [El amante bilingüe, La pasión turca, La mirada del otro, Canciones de amor en Lolita’s Club]. Lo menciono solo porque él tiene cierto encono conmigo y no sé por qué. Últimamente ha dicho que se equivocó conmigo. Pero, claro, hay que arriesgar: si quieres calidad y comercialidad habrá que ir a otro director. Los productores son comerciantes del cine.
− ¿No será que es usted muy exigente durante el rodaje?
− No, no. Yo facilito las cosas en la medida de lo posible. En Carmen, el productor [Juan Alexander] quería una novela de cabalgadas, de caballerías, de acción. Y yo, una película de personajes. Acabé ganando yo. Y con Juana la Loca [Pedro Costa y luego, Enrique Cerezo], lo mismo, acabé ganando yo. Me pusieron otro guionista, pero se hizo el guion que yo proponía. Y ese es el que tuvo éxito, como sucedió con Carmen.
− ¿Hay algún guionista bueno?
− Los guionistas son malos siempre, ¿sabe usted? Los directores han de fabricarse su propio guion, porque nadie te hace un guion que te guste.
− ¿Odiaba ya el fútbol antes de conocer a Cerezo?
− Sí. Ni me gusta ni lo entiendo. No sé qué es un fuera de juego. Yo era aficionado a leer de pequeño, mientras los otros jugaban al fútbol.
− Y ahora, ¿lee?
− Ya no puedo… Pero, por fortuna, las series de televisión llenan un poco los capítulos que aparecían de lecturas en los periódicos antiguamente. Pero las series se agotan, es difícil mantener la densidad en todas las temporadas.
− ¿Qué le parece el protagonismo que tienen los guionistas en las series?
− Son los que mandan, son emporios importantes. En cambio, el director es una especie de brazo mecánico, un obrero. Aprendo bastante viéndolas, ¿eh? Son todo diálogos, y de eso siempre se aprende.
− ¿Y los medios, le dan envidia?
− Es caro poner las cosas delante de la cámara. El cine es caro, pero en las series se puede presuponer el escenario. Decía Buñuel: “Dios te libre de un guionista que escribe: ‘La barquita zozobró en la tormenta", porque eso es dificilísimo de hacer. Y en la serie no se ve, sino que se sobreentiende o se sustituye con diálogos.