Voz en ON
Mi papá me lleva al cine
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. Me llamó mucho la atención una escena que contemplé en un restaurante. Estaba con mi mujer y mis hijas comiendo en un local. Al lado había otro matrimonio con sus hijos, cada uno de los chiquillos viendo vídeos de Youtube en sendos móviles, cuando uno de los chicos sin levantar la cabeza de la pantalla preguntó a los padres si iban al cine. ¿Al cine?, preguntó el padre extrañado, como si fuera una cosa de otra época, una acción olvidada. Por un momento pensé que esas personas habían salido de las vainas de La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956). Pero el hijo le insistió, mira, mostrándoles el tráiler de Padre no hay más que uno 3.
Dos. Pocas cosas me hacen más feliz que meterme en una sala de cine. Me da igual la película. Esa sensación de que durante un par de horas los problemas desaparecen poco a poco en la sala oscura, como si esa oscuridad única de la sala y esa luz que emite la pantalla fueran borrando paulatinamente las inquietudes cotidianas que nos taladran la cabeza. El cine nos aísla del mundo. Es una sensación placentera, esa emoción de estar en movimiento aunque estemos sentados, esa aventura que escapa a nuestro control.
Tres. Por eso cuando voy al cine con mis hijas a ver la nueva película de Santiago Segura y veo la sala llena y a los chicos y las chicas en familia riendo y comentando las peripecias de los personajes de Padre no hay más que uno 3, no puedo más que sonreír, que aplaudir a ese visionario que es Segura, a ese cineasta que ama el cine y que consigue llevar a las familias a la magia de la sala oscura. He ido con mis hijas a ver las tres entregas de Padre no hay más que uno, y no solo una vez, varias, y luego ellas las han vuelto a ver casa. Habrá puristas que aseveran que eso no es cine, ¿entonces qué lo es? No hay expresión más popular que el cinematógrafo. No todo es Albert Serra ni Béla Tarr ni cine de arte y ensayo. Creo que una de las cosas más maravillosas que favorece el cine es precisamente ir con tus hijas o con amigos a disfrutar un par de horas, olvidar el ruido que hay en el exterior. Y eso lo consigue todas las veces Santiago Segura.
Cuatro. El cine siempre me ha alegrado el día. Siempre ha tenido una función terapéutica. Siempre nos ha acompañado (y nos acompaña), en familia, con amigos, con esa primera chica a la que queremos sorprender…, y así hasta el último aliento, como Gary Cooper en la película de Fred Zinnemann. Pero al público le está costando regresar a las salas de cine después de la pandemia sobrevenida por la covid-19, aunque ya antes el cine estaba tocado, como en ese juego de hundir la flota. Se habla de cambios de hábitos y de que la gente prefiere quedarse en casa con un nutrido número de plataformas y contenidos, mientras se pasan horas para decidir qué ver y luego no terminar de decidirse, o cuando lo hacen, en demasiadas ocasiones, ver el título elegido con interrupciones. Se habla de inseguridad, se habla de acumulación de estrenos, se habla de distribución, se habla de buscar modelos en este contexto cambiante…, entonces, ¿por qué algunos no se alegran cuando una película como Padre no hay más que uno 3 vuelve a congregar público en las salas?
Cinco. Santiago Segura tiene algo de irreverente, ya lo demostró con Torrente. Pero sobre todo sus películas son un ejemplo de cómo a través de lo popular, sin discursos ni estéticas pretenciosas, es capaz de mostrar las diferencias entre hombres y mujeres, sus miedos, soledades, rutinas, mentiras y máscaras que nos ponemos como personas y esas necesidades sentimentales que en ocasiones no sabemos discernir. Sí, lo digo y lo reivindico, sus Padre no hay más que uno tienen el poder terapéutico de la risa, son agudas, afiladas en su observación del comportamiento humano, en las relaciones entre padres e hijos, en los comportamientos afectivos y sin estupideces de lo políticamente correcto.
Seis. No me olvido de que la calidad de una película no es algo objetivo. A mí me puede gustar algo que a otra persona no le guste. Sin embargo, lo que es objetivo es que niños y niñas se rían en el cine, aplaudan, les digan a sus padres que quieren ir al cine a ver Padre no hay más que uno 1, 2, 3 y las que vengan, porque son películas que conectan con los jóvenes, con el espíritu de este tiempo, porque son películas que nos alegran la existencia y están repletas de fuerza y carisma bajo la dirección de alguien, Santiago Segura, al que deberías estar aplaudiendo desde hace mucho, mucho tiempo, porque lleva al público al cine y nos hace felices de compartir unas horas en familia, sin móviles, sin interrupciones. Solo la magia de la ficción salida de nuestra realidad.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.