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Voz en ON 

 Mirar atrás, mirar adelante

 MIGUEL ÁNGEL OESTE

            

            

Ilustración: Luis Frutos

 

Uno. Resulta llamativo que la mayoría de las plataformas tengan pocos títulos clásicos en su catálogo, e incluso las televisiones generalistas cada vez programen menos cine clásico. La tendencia (al menos general) es buscar la novedad, como si mirar hacia atrás generara alergia. Sin embargo, con más frecuencia de lo que parece, mirar atrás es mirar hacia adelante. Al mismo tiempo supone un juego de perspectivas y miradas diversas y enriquecedoras de las que se nutren creadores y el público. Menos mal que disponemos de FlixOlé para recuperar los clásicos del cine español. De ahí que si la semana pasada propusimos un recorrido por algunos de los títulos patrios que llegarán en los próximos meses, en esta haremos un recorrido de algunas películas que siempre está bien revisitar.

 

Dos. Si cualquier persona echa un vistazo a las más vistas en FlixOlé, encuentra desde cine quinqui como Yo, el Vaquilla (José Antonio de la Loma, 1985) a películas del destape como Los bingueros (Mariano Ozores, 1979) a comedias como Atraco a las tres (José María Forqué, 1962). Lo que aquí vamos a hacer no es un recorrido cronológico ni irnos al cine mudo para hablar de Malvaloca (Benito Perojo, 1926) o Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929). Simplemente citaremos por décadas algunos destellos del cine español atemporales que siempre está bien volver a ver, cine moderno con independencia de la época.

 

Tres. “Creo que el cine es una novela que se escribe plásticamente, que se fotografía las descripciones, que se impresionan los diálogos. El director de cine es un novelista que maneja un instrumento diferente de la pluma; pero el enfoque literario, la manera de contar el cuento es casi el mismo”, decía Edgar Neville, un cineasta esencial que combina géneros con un costumbrismo estético único. Así que hacemos trampa (o no) y recuperamos de la fecunda década de los cuarenta esa particularísima trilogía que componen La torre de los siete jorobados (1944), Domingo de Carnaval (1945) y El crimen de la calle de Bordadores (1946). Una trilogía que se cita menos de lo que debiese.

 

Cuatro. Los años cincuenta del siglo pasado aún resultan más complicados. El número de destellos atemporales se multiplican como los Gremlins. Pero en la vida, para cualquier tema resulta fundamental tomar decisiones: elegimos Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951) y El cebo (Ladislao Vajda, 1958). El film de Nieves Conde habla de las migraciones del campo a la ciudad con una mirada afilada y crítica, mientras que la cinta de Vajda es una de esas rarezas maravillosas que combina el género negro y de terror para proponer una radiografía de la condición humana.

 

Cinco. Los años sesenta están marcados por títulos que se pueden considerar obras maestras, no ya del cine español, más bien del cine. Si no, qué me dicen de Viridiana (Luis Buñuel, 1961), El verdugo (Luis García Berlanga, 1963) o El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963). La lista se podría ampliar con facilidad, pero dejaremos este podio de películas que jamás se agotan. Como definió Buñuel su película maldecida por el Vaticano, “Viridiana es en cierto modo un Quijote con faldas. Don Quijote defiende a los presos que llevan a galeras y estos le atacan. Viridiana protege a los mendigos y ellos también la atacan. Finalmente, Viridiana vuelve a la realidad, acepta el mundo como es”. Por su parte, el costumbrismo realista de Berlanga en El verdugo es un retrato mordaz, trágico y a la vez tierno de lo más hondo de la cultura española. La menos conocida para el gran público es el retrato naturalista de inusitada potencia que logra Fernando Fernán Gómez en El mundo sigue, una visión cruda de una España muy reconocible.

 

Seis. De la década de los setenta nos quedaremos con El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) y El desencanto (Jaime Chávarri, 1976), aunque podrían ser otras como Tristana (Luis Buñuel, 1970), Arrebato (Iván Zulueta, 1979) o Furtivos (José Luis Borau, 1975). El desencanto propone un desmembramiento familiar a través de las conversaciones de los hijos del poeta Leopoldo Panero con la madre. “Partiendo del tiempo histórico, nos devuelve al tiempo de los orígenes, al tiempo que aparece con la primera mirada que lanza un niño sobre el mundo...”, reflexionaba Víctor Erice al hablar del sentido que contenía El espíritu de la colmena en lo más íntimo de sus imágenes.

 

Siete. En los ochenta las miradas se diversifican aún más. Cómo no vamos a citar Amanece, que no es poco (José Luis Cuerda, 1988), Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán Gómez, 1986) o Tras el cristal, del recientemente fallecido Agustí Villaronga (1986). De las películas de Pedro Almodóvar de esta década nos quedamos con esa comedia que encierra el corazón de su cine y estilo, Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). Y, sí, claro, está El Sur (Víctor Erice, 1983), esa obra jamás terminada para el cineasta que brilla con elocuencia entre imágenes y sonidos que parecen fantasmas.

 

Ocho. En la década de los noventa y los dos mil aparecen nuevos directores como Alejandro Amenábar con Tesis, Álex de la Iglesia con Acción mutante o Julio Medem con Vacas, que se suman a otros, como Fernando Trueba, Pedro Almodóvar o Vicente Aranda, que tenían una trayectoria de éxito. Tal vez, para los años noventa citar Belle époque, de Fernando Trueba, que obtuvo el Óscar a la Mejor Película de habla no inglesa sea la elección más sensata, aunque hay otras apuestas igual de estimulantes como Tren de sombras, de José Luis Guerin o El día de la bestia, de Álex de la Iglesia. La siguiente década también muestra una variedad cinematográfica que refleja un panorama diverso y rico, en el que puedes encontrarte desde Honor de cavalleria (Albert Serra, 2006), Hable con ella (Pedro Almodóvar, 2002), La leyenda del tiempo (Isaki Lacuesta, 2006) o Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003), por nombrar solo una mínima muestra. Sin duda, estos títulos son más recientes y fáciles de encontrar en alguna plataforma. Pero lo que todas estas películas tan diferentes entre sí comparten es la modernidad frente al tiempo. Un erosión que no pasa por estas obras. Si las han visto, saben de lo que hablo; si no, acérquense a ellas. Me lo agradecerán.

 

 

           

           
                              
                                                

Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas   (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del  Festival  de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.                         

            
               
                                
 

   

       

       

       

       
       

       

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