Voz en ON
Penélope
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. Hay muchas Penélope en la ficción. Desde la esposa de Odiseo en el famoso poema de Homero a la animada Penélope Glamour de los Autos Locos de William Hanna y Joseph Barbera, pasando por el personaje de la serie Bridgerton al que da vida Nicola Coughlan. Y estos son solo unos pocos ejemplos. Incluso podemos cantar la canción de Joan Manuel Serrat, Penélope, asistir a la discoteca Penélope o ver a Christina Ricci en la homónima fábula cómica.
Pero Penélope Cruz solo hay una.
Dices Penélope y automáticamente tu interlocutor piensa en esta actriz enorme, que el próximo 17 de septiembre recibirá el Premio Nacional de Cinematografía en el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. En el comunicado del Ministerio de Cultura, que es quien concede el galardón, se dice que Penélope Cruz es una actriz “comprometida con su oficio y que busca la excelencia en su trabajo, gracias a lo cual ha creado algunos de los personajes más inolvidables de la historia de nuestro cine. Por todo ello, Penélope Cruz es una actriz icónica cuyo brillante legado enriquece el patrimonio cultural español”.
Dos. Me pregunto, ¿cómo se mide la grandeza de un intérprete? Me dirán que por la calidad de sus interpretaciones. Pero también por su evolución, por su crecimiento, por no parecerse a nadie, por ser maleable e inconfundible a la vez, por ser carismática, por dominar cuantos más registros mejor y ser reconocida y apreciada por sus compañeros y compañeras, si es posible también fuera de su país, y que se le conozca sólo por su nombre de pila: Penélope.
Una artista inmensa donde las haya, que pertenece a esa extraña raza de personas cuya presencia parece alumbrar el espacio que pisa con una naturalidad apabullante. La historia de esta actriz contiene todos los ingredientes de un buen guion, sembrada de hitos, de puntos de giro al servicio de una trayectoria impecable.
Tres. Tal vez su aparición en el videoclip de Mecano La fuerza del destino ya era una señal premonitoria de su exitosa carrera. ¿Quién no recuerda su debut en el cine bajo la dirección de Bigas Luna en Jamón, Jamón? Una fuerza de la naturaleza. Ese mismo año olímpico haría en Belle Époque un personaje tan opuesto que Penélope parecía un camaleón interpretativo. Y ya saben que los camaleones son animales en extinción, animales únicos a los que hay que proteger, animales con unas cualidades magníficas.
Todo es mentira, Entre rojas, Brujas,o El amor perjudica seriamente la salud son algunas de las películas que vendrían después; hasta que llegaron Carne trémula, su primer trabajo con Pedro Almodóvar, y Abre los ojos, con Alejandro Amenábar. Y unos años después vuelve a rodar con Almodóvar Todo sobre mi madre, que gana el Óscar a la mejor película de habla no inglesa y con la que se da a conocer en Hollywood. ¿Verdad que parece que se estrenaron ayer?
Cuatro. Penélope supo de inmediato que aquello era lo suyo, que le apasionaba aquel mundo fascinante, pero también vulnerable y exigente. Ese juego de ser otra. Y los directores más notables dirigían la mirada hacía ella, no solo los cineastas reconocidos de aquí como Almodóvar, Fernando Trueba, Fernando León de Aranoa o Isabel Coixet, también los de fuera como Stephen Frears, Billy Bob Thornton, Ted Demme, Sergio Castellino, Woody Allen… Y ella lo absorbe todo como una esponja, mientras distintas generaciones crecen con su imagen.
Cinco. Penélope es la quintaesencia de la belleza de mujer real, cercana. Admirada por su talento pero también idolatrada, como una estrella del cine clásico. Es una funambulista que camina entre el mito inalcanzable y la más terrenal de las mujeres.
En Penélope, como en Audrey Hepburn, conviven dos mujeres fuera de serie con una sencillez pasmosa. De una parte, la elegante actriz que posa en las alfombras rojas cuando tiene una premiere; de otra, la mujer, madre, que se compromete con buenas causas.
Seis. Penélope ha conquistado Hollywood. Es una película en sí misma. Una inolvidable. Una actriz que da confianza a sus compañeros, que los hace mejores. Su dimensión interpretativa pasa de Elegy a Piratas del Caribe. No importan los Goya, Óscar, Bafta, Donatello, Copa Volpi a la mejor actriz, Fotogramas de Plata, que ha conseguido, ni siquiera este Premio Nacional de Cinematografía, y las numerosas nominaciones a otros muchos premios. No, a Penélope no le va lo de ser una actriz afectada, no le va la impostura, su pragmatismo es la gasolina con la que alimenta el alma de sus personajes, y esa actitud habla de su dimensión humana y de su verdadero éxito más allá de su iconicidad, de la estrella que ya siempre estará brillando porque sus personajes y Penélope nos acompañan de alguna manera en el día a día.
Siete. Penélope tiene las cosas claras. Como comentó en una entrevista, “no me creo ni lo bueno ni lo malo que dicen de mí”. Y hace muy, pero que muy bien, porque no se creerá ni estas palabras ni el Premio Nacional de Cinematografía. Seguirá a lo suyo con su talento, su humor y su temperamento, porque tiene la fortuna de hacer lo que le apasiona y de provocar fascinación en el público a través de sus personajes.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.