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Voz en ON 

 El día del amor es cine (o cómo celebrar San Valentín)

 MIGUEL ÁNGEL OESTE

Ilustración: Luis Frutos

Uno. Nunca he querido saber por qué se celebra el Día de los Enamorados, ni siquiera los motivos de que sea el 14 de febrero y no otra fecha del calendario. Pero al escribir con la intención de hablar de comedias románticas, me dio por leer el origen de la celebración de San Valentín. Al parecer un sacerdote se opuso al emperador para celebrar matrimonios de enamorados en secreto. Pero tal y como se entiende en la actualidad hay que remontarse al siglo XIX y viajar a Estados Unidos –el país del espectáculo y la comercialización de cualquier cosa/objeto/emoción–, cuando Esther A. Howland ideó la venta de tarjetas regalos con el pretexto del amor. Sin embargo, si dejamos a un lado estas cuestiones pueriles, en realidad es la música, la literatura, la pintura, el cine y toda expresión artística los que relatan este inasible sentimiento desde cualquier perspectiva posible.

 

Dos. ¿Quién no le ha grabado cintas de casete o cedés con canciones románticas o de otro tipo a su novia del momento? (Me pregunto cómo se hace hoy, ¿con un pendrive?) ¿Quién no grababa desde Absolute beginners de David Bowie a November rain de Guns N’ Roses a otros temas que poco o nada tenían que ver entre sí, solo por sorprender a su chica o chico, o para  compartir las canciones que recordaban a esa persona? ¿Quién no iba al cine o alquilaba comedias románticas para ver juntos? De eso vamos a hablar, de comedias que te parten como un rayo entre la sonrisa y el suspiro. Y es que el cine ha creado con el amor todo un género que se bifurca en formulaciones que igual tienen mucho que ver con la fe en uno mismo, se trate de una mujer o de un hombre.

           

Tres. En los premios y festivales normalmente se reconoce las historias dramáticas, porque a la comedia apenas se le ha otorgado una seña de autoría. Y eso que hacer reír parece más difícil que hacer llorar. Desde el cine mudo, con actores como Harold Lloyd o Charles Chaplin, el cómico se situaba en el centro de la acción para superar cualquier tipo de obstáculo. Porque de eso trata la comedia, de superar los golpes que te regala la vida y de buscar un ideal que no sabemos si realmente se llegará a representar. ¿O es que acaso una comedia no encierra el peor de los dramas? Sí, el del corazón.

 

Cuatro. No sé si recuerdan aquella película de Fernando Palacios, El día de los enamorados (1959), en la que San Valentín, al que da vida George Rigaud, bajaba a la Tierra para cumplir los deseos amorosos de algunas personas el 14 de febrero. Por la historia pululaban Concha Velasco, Tony Leblanc y Antonio Casal, entre otros, en busca de la media naranja, del amor total. En la cinta se respiraba cierto aire capriano, y tuvo tal éxito que en 1962 el propio Palacios firmó Vuelve San Valentín con la misma premisa. En el cine norteamericano nunca han dejado de hacer esta comedia adaptándola a los tiempos.

 

Cinco. Ahora bien, no vamos a hablar solo de filmes clásicos. En las últimas décadas algunas de las películas más taquilleras han sido comedias románticas. Seguro que ya saben el título que viene a continuación. Sí, lo han adivinado: 8 apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2014), una comedia romántica protagonizada por Clara Lago y Dani Rovira que se articula desde las diferencias entre el andaluz y el vasco, aunque sigue los dictados elementales de la comedia romántica. También tuvo su secuela, 8 apellidos catalanes, porque el amor lleva público al cine. Quizás la clave de esta película se fundamenta en estimular a un cómico como Rovira para que module y controle un material desde un guion bien escrito que permita la improvisación y la química con Lago.

 

Seis. Y es que, no lo olvidemos, para que cualquier comedia romántica funcione tiene que haber carisma y química entre la pareja protagonista, pero también tensión de todo tipo -¿recuerdan La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938)?-. Con esta premisa por partida triple nos encontramos el atrevimiento del cine de Javier Ruiz Caldera en 3 bodas de más (2013). ¿Hay algo peor que tu exnovio se case con otra y te invite a su boda? Siempre lo hay. Pero no quiero hacer spoilers. Si no la han visto, es ideal para el día de los enamorados. También lo es la peripecia amorosa de Eduardo Noriega y Michelle Jenner en Nuestros amantes (Miguel Ángel Lamata, 2016). O Primos (Daniel Sánchez Arévalo, 2011), que toma como modelo la autenticidad de cierta comedia norteamericana (Adventureland, 500 días juntos, etcétera), para poner en liza protagonistas que fracasan, que tratan de encontrarse a sí mismos, que maduran a fuerza de caídas y de frustraciones, junto con un trasfondo melancólico de tiempos heroicos (esa añorada juventud) donde todo era (o parecía) más fácil. Igual que cuando se está enamorado.

 

Siete. Tal vez todo se reduzca a que la mayoría de estas comedias abordan historias de personajes que tratan de vencer sus traumas, junto a momentos que alientan un estado de ánimo gozoso, inolvidable, entusiasta, que contagia al espectador. ¿Qué más queremos?

 

           

           
                              
                                                

Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas   (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del  Festival  de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.                         

            
               
                                
 

   

       

       

       

       
       

       

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