Festival de Málaga, la gran familia del cine español/iberoamericano
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. Parece que fue ayer, pero la 26ª edición del Festival de Málaga que arranca este viernes, 10 de marzo, y se prolongará hasta el 19, comenzó su andadura en 1998. En aquel periodo la apuesta tenía sus riesgos, pero hoy es una de las citas más relevantes para la cinematografía iberoamericana. Un evento cultural útil para el sector audiovisual que demuestra una máxima incuestionable: el cine está destinado a ser compartido. Es su razón de ser. Y un festival de cine es el lugar idóneo para ello, sobre todo en un momento en el que la afluencia a las salas comerciales sigue inestable.
Dos. Si el cine es un instrumento poderoso, no solo para contar historias que nos entretienen, no solo para emocionarnos, sino también para vernos a nosotros mismos y ver el mundo mediante esas ficciones en movimiento, un festival de cine, y el de Málaga sin duda saca pecho de ello, favorece ese encuentro entre artistas, directores, productores y el público a través de su alfombra roja y la cercanía que se establecen entre unos y otros. A la vez permite que los sectores más inquietos de la crítica, de los medios informativos y de la industria audiovisual conozcan y valoren, en auténtica primicia, un amplio panorama de la más reciente creación cinematográfica, tanto de ficción, como documental, cortometrajes y series de televisión en sus distintos géneros y formatos.
Tres. Como ha repetido en alguna entrevista el director del certamen, Juan Antonio Vigar, el festival debe reinventarse cada cierto tiempo y también que la singularidad de Málaga es la generalidad del mismo. Porque cuando se le atribuían posturas pesimistas al cine español, el Festival de Málaga demostró que en el cine español existe una riqueza de géneros, estilos y temáticas que el certamen no se cansa de exponer mediante el equilibrio entre cineastas veteranos y nuevas miradas.
Cuatro. En sus secciones competitivas y la variada programación de películas (y actividades y actos) podemos descubrir una oferta representativa del cine producido en España y Latinoamérica intentando conjugar calidad, variedad e innovación, todo ello tanto en los planteamientos estéticos y narrativos como en las diferentes formas de producción facilitadas y las circunstancias sociales y económicas. El cine no es un arte aislado de la realidad y no es, por lo tanto, extraño que las películas hablen más o menos directamente de situaciones reconocibles.
Cinco. Asimismo, el Festival recuerda tres figuras esenciales del cine español unidas a Málaga con unos tributos muy especiales, los de Carlos Saura, Agustí Villaronga y José Luis Ozores, este a través de la Película de Oro de esta edición, Historias de la radio (José Luis Sáenz de Heredia, 1955). Tres personalidades singulares de la historia del cine español. Y junto a estos tres recuerdos de creadores eternos, unos homenajes no menos significativos a la actriz Blanca Portillo, Premio Málaga; al artista total, Raphael, Premio Ciudad del Paraíso; a la script Yuyi Beringola, Premio Ricardo Franco-Academia de Cine; al cineasta Alberto Rodríguez, Premio Retrospectiva; y a otra directora muy vinculada al certamen, Carla Simón, Premio Málaga Talent.
Seis. Pero por encima de cualquier consideración, la cultura es un fiesta que nos humaniza. Y a pesar de la conquista de las numerosas pantallas con las que lidiamos día a día, ninguna posee el poder de la gran pantalla de cine, esa pantalla luminosa en una sala oscura que nos seduce con historias que influyen en las vivencias de cada uno de nosotros. Este es quizás uno de los puntos esenciales de los festivales de cine. El de potenciar el hechizo del séptimo arte para lograr que los pesares cotidianos sean más llevaderos. Que te olvides de la realidad hostil, porque la sala oscura te envuelve por medio de la proyección. El cine como una manera de entender otras situaciones, de hacernos más libres, más tolerantes, más comprensivos. Y, también, como un modo de hacer más habitable la realidad. Y los festivales contribuyan a todo esto.
Siete. Málaga se ha convertido en la capital del cine español y en la mejor plataforma de nuestra industria audiovisual. En un lugar en el que confluyen propuestas estimulantes y arriesgadas con otras más normativas. Pero siempre buscando hacer que el Festival sea algo orgánico, que crece y se reinventa constantemente para ser útil a la gran familia del cine iberoamericano que tanto buenos momentos brinda al público. Y lo que consigue el Festival de Málaga es precisamente mostrar una cultura cinematográfica común, que da respuestas y reflejos a nuestra manera de entender el mundo, de ser y estar en él. ¿Hay algo más bonito que eso?
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.