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#VozEnOn


 

 Fernando Navarro, un
escritor y guionista sin límites

   

MIGUEL ÁNGEL OESTE

     

            

Ilustración: Luis Frutos

Uno. El oficio de guionista es una labor esencial que no se reconoce lo suficiente, aunque al menos en los últimos años, por el impulso de las series, sus nombres resultan más visibles. Y eso que aún hay personas que firman guiones sin escribir una palabra. Claro, este no es el caso de Fernando Navarro. Sus textos están en películas como Anacleto: agente secreto (Javier Ruiz Caldera, 2015), Toro (Kike Maíllo, 2016) o Verónica (Paco Plaza, 2017), entre otros títulos; o en series como Matadero o Bajocero, además de cultivar la literatura con un libro de cuentos, Malaventura, que ha sido reconocido con diversos premios.

 

Dos. Fernando Navarro es un guionista y escritor que siente afinidad por los géneros y sus márgenes. De hecho, le gustaría seguir explorando los límites del cine de género comercial: desde el terror al fantástico, desde el thriller al cine de acción, para trabajar, como él mismo comenta, “sobre argumentos eficaces, clásicos y potentes pero intentando a la vez rejuvenecerlos, agitarlos, y traerlos a las realidades de nuestro país, usando personajes o paisajes más o menos cercanos”. Además, entre sus anhelos más o menos secretos nos confiesa: “me apetece que termine de coger forma un proyecto de película de aventuras que tengo coescrito, ya desde hace algunos años, con un buen amigo al que admiro mucho, y sacar tiempo para terminar el guion de una película pequeña e intimista que me va gustando mucho. Se titula El cielo de Salamanca y establece un guiño o juego con las Nueve Cartas a Berta de Martín Patino, una de mis películas favoritas del cine español".

 

Tres. La elección de sus películas puede sorprender en un primer momento, pero si uno lo piensa un poco sin duda percibe que son ficciones muy presentes en el ADN del autor. Que cite el cortometraje de José Val del Omar Aguaespejo granadino (1955) no debería ser ninguna sorpresa si uno ha leído sus cuentos, pero es que además tiene una vinculación mayor. Como el propio Navarro explica: “Cuando era joven y vivía en Granada, estuve cerca de la grabación del disco (y los directos) de Lagartija Nick dedicados a Val del Omar. Pasaba mucho tiempo con Antonio Arias y su hermano José Ángel, viendo las películas de José y algunos experimentos inéditos que habían usado para el disco. Aguaespejo granadino, perteneciente al Tríptico elemental de España, es la más importante para mi formación: aunaba los paisajes reconocibles de mi ciudad con una fuerte, profunda carga esotérica.” 


Cuatro. “Mi padre la alquiló en VHS. En mi casa sonaba mucho country rock y yo andaba leyendo a los primeros beatniks americanos. Cuando vi El viaje a ninguna parte –¡menudo título!– pensé que era justo eso: una película beatnik. Yo ya quería dedicarme al cine de alguna manera, a pesar de que el personaje principal se cagara en los hermanos Lumière. No he olvidado la banda sonora de Pedro Iturralde. Años después, en el rodaje de una película que escribí, Toro, en la que conté con Pepe Sacristán, pasé una noche entera con él hablando de flamenco y sobre todo, de su personaje en la película de Fernando Fernán Gómez”, revela el guionista, y no es complicado entender su fascinación por esta cinta mordiente y tierna.

  
Cinco. En el extremo nos habla de Jess Franco y su Macumba sexual (1983) y Necronomicon (1968): un cineasta irreverente, directo, pop. Fueron muchos los que pudieron ver sus largos los viernes y sábados de madrugada en las televisiones. “Canal Sur emitía películas eróticas y explotation. Una noche, por sorpresa, pasaron Necronomicon y a la semana siguiente Macumba sexual. Nunca había visto nada parecido. Parecían más soñadas que filmadas, eran hipnóticas, me recordaban a algunos de los discos de dream pop o de rock psicodélico que estaba escuchando por aquel entonces. Además tenían un elemento esotérico muy fuerte y eran físicas, sugerentes, inquietantes. Y también aterradoras. Jesús Franco se convirtió en el cineasta español que más admiro. Más tarde, su adaptación canónica de El conde Drácula, que echaron otra de aquellas madrugadas en la tele, me animó a escribir cine de terror en España”, sentencia con una lucidez de cirujano Fernando Navarro. 



Seis. Otros dos largos formativos para este guionista son El sueño del mono loco (Fernando Trueba, 1989) y La madre muerta (Juanma Bajo Ulloa, 1993). Como él mismo nos cuenta, la primera la vio doblada en VHS, “No era para nada una película para mi edad, pero en mi casa eso solía dar igual. Veíamos lo que fuera. Sin discriminación. En su momento no entendí casi nada. Arrancaba como thriller oscuro, algo morboso, con un ambiente siniestro (esa música atonal), y poco a poco se iba volviendo algo parecido a una pesadilla. Fue la primera peli que vi protagonizada por un guionista y la que me animó a serlo: ¿vivirán todos los guionistas aventuras como el de esa historia? Jeff Goldblum, que ya me había gustado en La mosca, se convirtió en uno de mis actores favoritos".

 

La cinta de Bajo Ulloa la vio en Granada, de adolescente, y tiene una implicación personal que resulta difícil de olvidar. En palabras de Navarro: “Al parecer, Juanma y Karra se habían paseado por un festival que había entonces en la ciudad y la habían liado. Mi padre los conoció y le firmaron un autógrafo para mí que aún conservo. Me llamaba la atención que esos dos punks hicieran este cuento neogótico medio psycho thriller. De entre todas las películas importantes para mi generación, de las que nos animaron a muchos a dedicarnos al cine (podrían estar también El día de la bestia o Todo por la pasta), esta es mi favorita: recuerdo empezar a escribir mi primer guion al día siguiente de verla. Además, detalle chovinista, la banda sonora de Bingen Mendizabal –que es mi favorita del cine español– la grabó la Orquesta Ciudad de Granada, no muy lejos de mi casa".

 
Siete. A pesar de que hay muchas más películas que influyeron a Fernando Navarro, este cinéfilo y lector obsesivo se decanta por una turbadora y singular, Diamond flash (Carlos Vermut, 2011). Amigo del guionista, valora que escribe y filma desde la libertad absoluta. “Yo estaba trabajando en la tele y malvendiendo guiones de género cuando apareció Diamond flash: Carlos me y nos demostró que con una escritura precisa y perfecta, sin ningún complejo, y con una buena dirección de actores no hacía falta dinero para crear algo especial. Sigo pensando en su mezcla imposible de géneros (cómic, giallo y película de superhéroes) cuando empiezo un guion nuevo. De aquel entonces también me influyó la falta de complejos, profunda estilización y gran sentido del humor con la que Paco Plaza y Luiso Berdejo afrontaron Rec 3, la película más infravalorada de aquellos primeros años. Años después tuve la suerte de aprovecharme del enorme talento de Paco con nuestra querida Verónica”, sentencia Navarro, que no puede ser más claro y honesto en sus filiaciones y su manera de entender el cine. 

 

                   
                   

Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas   (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del  Festival  de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.                         

            
               
                                
 

   

       

       

       

       
       

       

       

       

       

       
       

       

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