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Por qué demonios elegiste ser actriz
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. Seguro que hay muchos actores y actrices que contaron con el apoyo de su familia cuando decidieron convertirse en intérpretes, pero otros muchos seguro que no tuvieron ese respaldo. E incluso teniendo el soporte de padres y madres, estos les dirían que tuvieran en mente un plan B por lo que pudiera suceder, porque se trata de un oficio fascinante pero imprevisible, vocacional pero vulnerable. A nadie se le escapa que es una profesión que da alegrías pero también está llena de riesgos que provocan zozobras, por lo que hay que tener una gran fortaleza mental. Sin duda alguna es una de esas profesiones en las que se van ganando recursos, aunque suele predominar esa sensación de la primera vez. En España el dominio escénico es incuestionable. Existe un gran talento. De hecho, en los peores momentos del cine español podríamos destacar brillantes actores y actrices. En una interesante mesa de la 15ª Semana de cine de Melilla, cuatro actrices jóvenes trataron de responder a esa pregunta: ¿Por qué demonios elegiste esta profesión?
Dos. ¿Qué actrices que intentaron contestar a esa cuestión? Itziar Miranda, a la que hemos visto en películas como Celos (Vicente Aranda, 1999) o Nada en la nevera (Álvaro Fernández Armero, 1998), aunque el público la identificará porque da vida a Manuela Sanabria, un personaje que lleva interpretando a lo largo de 18 años y más de 5.000 capítulos en las series Amar en tiempos revueltos y Amar es para siempre. Almudena Amor, que con las películas El buen patrón (Fernando León de Aranoa, 2021) y La abuela (2022), de Paco Plaza, ha demostrado una enorme versatilidad. Cristina Gallego, a la que hemos visto en Todos tus secretos (Manuel Bartual, 2015) o Poliamor para principiantes (Fernando Colomo, 2021), entre otros títulos, además de colaborar en la actualidad en el programa El intermedio, en el que realiza parodias inolvidables. Y Elisabet Casanovas, que se dio a conocer en la serie Merlí (2015-2018) y que ha destacado en otra teleserie reciente, La ruta, además de verla en películas como Chavalas (Carol Rodríguez, 2021) o Las leyes de la frontera (Daniel Monzón, 2021).
Tres. Cuatro intérpretes muy diferentes en lo interpretativo y en sus experiencias vitales, pero que siguieron su intuición para desarrollar este oficio creativo lleno de riesgos y desafíos sanos que conecta con lo más profundo de lo que es uno mismo. En el origen de por qué terminaron siendo actrices puede estar una charla con Fernando Fernán Gómez o las clases de teatro para evadirse de una adolescencia complicada. Sin embargo, lo que más repitieron fueron dos palabras: intuición y vocación, que se relacionan con el hecho de que encima de un escenario o en el set de rodaje de una película o una serie se sienten como en ningún sitio, y eso suple cualquier factor negativo.
Cuatro. “La incertidumbre es para todo el mundo. Por tanto, ¿qué mejor que hacer lo que te apasiona?”, comentó Almudena Amor. Porque hay una regla no escrita de que cada persona busque un trabajo seguro, algo que igual en el pasado era posible, pero ¿ahora? Hay mucho ruido externo, coincidían las cuatro. Por ejemplo, a Itziar Miranda le repetían con frecuencia: “No estás hecha de esta pasta”. ¿De qué pasta?, se repetía ella. A Cristina Gallego también le pusieron diversos obstáculos, pero a la vez con la interpretación hace un trabajo interno, individual y personal que la centra. Lo que Elisabet Casanovas llamó “tener un espacio de conocimiento”. O lo que comentó Gallego: “Necesitas conocerte y saber lo que no tienes que hacer”. Tal vez colocarse en multitud de espejos y personalidades sirva para llegar a la esencia de lo que uno es.
Cinco. Lo que está claro es que en un mundo tan acelerado, con tantas variables, hacerse un hueco no es sencillo. A eso se une, en el caso de las mujeres, dos cuestiones: la tiranía de la belleza y la presión de las redes sociales. Por ejemplo, Cristina Gallego contó con bastante gracia que le ofrecieron un papel por no tener seguidores. Hacía de avatar y no se la reconocía. A pesar de esta anécdota, las cuatro afirmaron que contar con numerosos seguidores en las redes favorecía que te encargaran un papel o, al menos, te aseguraran el casting. El tema de la belleza resulta más complejo. Hay unos estándares contra el envejecimiento que para las mujeres llega a ser demoledor e injusto. Y es un problema que está frente a nosotros.
Seis. También comentaron diversas leyendas urbanas que al parecer las limitaban o perjudicaban a la hora de llegar a ser actriz, como que hicieran publicidad, o que se trata de una profesión muy competitiva en la que todas son ‘Evas al desnudo’. “Hay mucha amistad y complicidad. Hay mucho apoyo entre las mujeres. Nos hemos ayudado mucho entre nosotras”, aseveró de un modo rotundo Itziar Miranda, y relató cómo ella había conseguido determinados papeles gracias a compañeras suyas. Se preguntó si no era cosa del patriarcado.
Siete. La charla se movió entre la complicidad y la diversión. Si hubiera que sacar una conclusión, esta sería que el oficio de la actuación crea la oportunidad para enfrentarnos a nuestra naturaleza, a nuestras debilidades y mentiras para alcanzar ese centro o kokoro, que en japonés significa corazón, pero también un conocimiento integral del ser humano, que es a lo que aspiran los intérpretes cada vez que componen un personaje que cobra vida.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.