#VozEnOn
De escritores y series por Guadalajara
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. A finales de mayo se celebró la V Bienal Mario Vargas Llosa en Guadalajara, México. Allí compartí con otros treinta escritores conversaciones y debates enriquecedores bajo el lema Literatura para tiempos recios. Pero, claro, no solo hablamos sobre escritura, ese territorio donde la gravedad es inexistente como en el espacio; también del aparato audiovisual y de series de televisión, de los discursos que generan, de los cambios de narrar y consumir. Como suele ser norma en estos encuentros, con algunas personas coincides más que con otras. Y eso que el hotel donde estábamos alojados a veces daba la sensación de ser una prolongación de aquella casa y aquellos personajes de El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962).
Dos. A pesar de todo escribimos. Pero no solo novelas, cuentos, ensayos, poemas; también guiones para series, películas, discursos y lo que sea para fijar la imagen del mundo. Un mundo acaso hostil que busca experiencias demasiado inmediatas en esa inestable urgencia en la que se vive en la actualidad. Pero dejemos aparte delirios existenciales y hablemos de gustos y series. Alrededor de una mesa circular departíamos (parecía que fuéramos personajes de una sitcom) Aroa Moreno, Olga Merino, Brenda Navarro, Claudia Piñeiro, Juan Tallón y Luisgé Martín. Ya lo dijo Valeriano Bozal, “el gusto se ejerce todos los días y a todas horas”. De ahí que el centro de la conversación en materia serial se bifurcara como los senderos borgianos.
Tres. Y sí, por supuesto: cuando pregunté qué serie reciente destacaban, cada uno tomó, sabiamente, un camino. En lo que sí parecíamos estar de acuerdo es en que parte del éxito de las series de televisión se debía a la creación del relato o la dramaturgia. Y no es extraño, porque el centro de muchas de ellas se acciona por escritores. Un tema en el que este grupo al estilo Friends parecía coincidir (si las trampas de mi memoria no me ponen zancadillas) era que la disyuntiva entre lo que se ha venido denominando cultura popular y cultura de élite es un terreno estéril.
Cuatro. Juan Tallón, finalista en la Bienal por su provocadora novela Obra maestra, citó Fariña. Cuando le dije que una serie de este año, me replicó, como no podría ser de otro modo, que cualquier cosa se quedaba antigua si transcurría más de una semana. Y tenía razón. Fariña es una ficción que habla del narcotráfico en Galicia y que expone la corrupción que se establece como una red que abarca a policías, políticos, jueces y empresarios. No podemos olvidar que hasta hace relativamente poco tiempo el prime time español estaba ocupado por comedias o dramas familiares que se definían por lo neutro en los aspectos estilísticos y narrativos y, también, de identidad. La tendencia de un momento de cambio en el sector, con un auge del drama criminal y del género policial y sus bifurcaciones, favoreció la producción de Fariña, que iba más allá de los estándares establecidos y hablaba abiertamente de corrupción a todos los niveles, en un país, España, donde hablar desde la ficción televisiva parecía delito.
Cinco. Claudia Piñeiro (otra finalista de la Bienal con El tiempo de las moscas, nueva demostración de su maestría narrativa para salirse del género) y Aroa Moreno (también finalista de la Bienal por La bajamar, la historia cruda y bella de tres mujeres) optan por títulos argentinos; Piñeiro, por División Palermo, mientras Moreno elige El reino, que curiosamente está creada y escrita por la primera. Si uno quiere partirse a carcajadas, División Palermo es una apuesta segura. Es una comedia desternillante protagonizada por un grupo de policías integrado por una parapléjica, una mujer transgénero, un enano, un inmigrante, un anciano, un ciego... y así. Santiago Korovsky, el creador, dispara en todas direcciones y casi siempre con tino. Por su parte, El reino es un thriller político dirigido con la eficacia obsesiva de Marcelo Piñeyro, unos guiones muy sólidos y un elenco interpretativo brillante en el que destacan Mercedes Morán, Diego Peretti o Chino Darín.
Seis. Brenda Navarro, otra de las finalistas de la Bienal con su arrolladora novela Ceniza en la boca, se quedó con Nasdrovia, de la que hablamos la semana pasada al entrevistar a su creador, el guionista y escritor Sergio Sarria. Una teleserie que extrae petróleo de un humor desprejuiciado y desacralizado, en el que también funciona muy bien el juego metatextual. Olga Merino, que advierte estar fuera de onda en cuanto a los estrenos más inmediatos, sí que ha visto El hijo zurdo, esa incómoda serie basaba en el libro homónimo de Rosario Izquierdo. Tal vez la aspereza y contundencia de la narrativa de Merino, como demostró en La forastera, tenga su acomodo en este serie identitaria y social que gira en torno a dos madres de clases sociales diferentes. Por último, el escritor y director del Instituto Cervantes de Los Ángeles, Luisgé Martín, un autor que nos habla de deseo y sombras de hoy mismo en espléndidas novelas como La vida equivocada o La mujer de sombra (y del que Anagrama acaba de recuperar Donde el silencio) se decanta por Putos modernos. Una teleserie satírica sobre cómo funcionamos a base de escenas que resaltan de un modo paródico las enormes contradicciones de la naturaleza humana.
Siete. Si las series se han reposicionado en la jerarquía cultural, en el caso de que exista tal jerarquía, ello se ha producido por la constante mutación tecnológica, social y económica. Y de una manera u otra se percibe sobre todo en los modos de narrar y consumir, el otro tema central sobre el que giraban las conversaciones en esa mesa circular del Hotel Hilton donde todos nos encontrábamos. Aunque quizás todo se reduzca a que la cultura y los gustos se forman por cuestiones tanto colectivas como personales para estar presente en una conversación que no dejará de transformarse. Y está bien que suceda de esa forma.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.