#VozEnOn
Segunda temporada
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. Llegamos al final del curso. El bueno de Fernando Neira me ofrece seguir una segunda temporada. Pero uno, que es autocrítico o simplemente un neurótico, se plantea la obligada pregunta: ¿merece la pena una segunda temporada? ¿Han disfrutado los lectores de este espacio o han sentido que el sabor del chicle ya se esfumó? Todos los espectadores han tenido alguna vez esa sensación de que una serie la han estirado más de la cuenta innecesariamente. Y este es un efecto que me atormenta. Acaso estas preguntas son irrelevantes y es el calor, que distorsiona la realidad.
Dos. Uno quiere pensar que al menos algunas de las más de 40 columnas de la temporada hayan preparado (o rozado) los ánimos de los lectores, tal y como lo hacen las buenas películas y las buenas series de televisión. Incluso que en alguna ocasión los textos hayan tenido algún impacto. A eso se aspira en un mundo en el que la cultura se desmorona con la facilidad con que lo hizo el 11-S. No sé si me pongo demasiado dramático cuando el verano ya lleva un mes en la calle hablándonos de deseos y viajes. Quizás es mejor pensar mientras saboreamos un helado y aspiramos a que todavía la cultura popular tiene el poder de la transformación social.
Tres. Desconozco si los lectores ya abandonaron el texto en el punto dos o siguen torturándose con estos devaneos fragmentarios. Entre los temas y las personalidades sobre las que pensé escribir y luego no lo hice está Lola Flores. Este año se cumplió el centenario de su nacimiento. A La Faraona la veía con pasión de chaval. Tenía sentimientos contradictorios, pero no se le puede negar la fuerza arrolladora que mostraba en películas como Una señora estupenda o Morena Clara. O de otra grande que nos dejó hace muy poco, Carmen Sevilla, que nos dejó actuaciones memorables en Violetas imperiales o La venganza, además de amenizarnos con su simpatía en Cine de barrio durante años. También pensé escribir sobre los Óscar y sobre el cine dentro del cine a partir del estreno de Los Fabelmans, de Steven Spielberg, pero se quedó en el camino. En marzo empecé a escribir sobre Alfredo Landa y su enorme talento en películas como La marrana, El crack o El bosque animado, pero se quedó a medias, sin escribir. Ahora que lo pienso, son al menos seis o siete intentos de artículos que empecé y no terminé.
Cuatro. Lo inmediato manda. Tal vez demasiado. Igual es mejor bucear en lo desconocido o reivindicarlo al estilo en que lo hizo Rob Serling. De hecho, había pensado hacer una lista de las series de las que nadie habla, o de las películas que se estrenaron en silencio, o de aquello que me gustaría volver a ver. Pero luego pensé que no, que hacía lo que ya hacían otros, que me repetía. ¡Qué horror! Lo innegable es que nos pasamos muchas horas viendo películas y series. Por supuesto, también en el estío, a pesar de que la calle nos llama y las piscinas y las playas son como imanes para nuestros cuerpos.
Cinco. Llamo a Fernando Neira pero su teléfono no deja de comunicar. ¿Y si le digo que sigo, pero inventando un personaje que se adueñe de esta columna, y voy contando lo que hace y lo que ve y lo que escucha e incluso escribe en su diario? Un chico que se conecte con lo que pasa, que acelera la imagen porque su paciencia funciona de otra manera a la de mi generación. A lo mejor me convierto en un mero copista. O quizás confronto lo suyo con lo mío. Aunque todo esto seguro que le da lo mismo al bueno de Neira, al que debo darle una respuesta. Decirle si continúo un año más Voz en ON y solo cerramos por vacaciones para descansar o lo hacemos definitivamente. Su teléfono sigue comunicando y no podemos hablar. Miro el objetivo de la cámara como lo hace Antoine Doinel al final de Los 400 golpes. Doinel desafía la cámara, imagina lo que pasará. ¿Y tú, lector, te atreves a imaginar qué sucederá?
Seis. Continuará…
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.