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Las películas de mi vida: Elisa Ferrer
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. Durante dos años, la escritora y guionista Elisa Ferrer nos regaló su amor por el cine y su talento literario en la columna Fuera de campo, aquí cerca, en AISGE. Un espacio mágico que nos alegraba el día con su perspicacia, y que aún pueden leer en la web donde leen este artículo. De hecho, si fuera ustedes, me acercaría a esos textos que desprenden una admirable capacidad para el asombro y la cinefilia, como su ensayo sobre Wes Anderson, o como desarrolló en su faceta de guionista y analista de guiones para el departamento de ficción de RTVE. A la vez (o también) acudiría a una librería y me haría con Temporada de avispas, la historia de Nuria que pasa por un momento complicado cuando pierde su trabajo, rompe con su pareja y tiene al padre en el hospital; una historia íntima y cautivadora que se teje en los corazones de los lectores. O la nueva novela que acaba de salir, El holandés, la peripecia de una historia tan cañí como española, que fabula sobre una estafa que sucedió a finales de los ochenta en Benidorm.
Dos. La niña Elisa Ferrer quizá no sabía que terminaría siendo escritora, porque ella desconfía de los escritores que se creen escritores. Lo que sí sabe es que siempre, desde niña, ha tenido la pulsión de contar historias, de escucharlas, verlas, leerlas. “De adolescente mi obsesión por el cine fue a más. Me obsesioné con Agnès Varda, con Hitchcock, con Wilder. Recuerdo planificar el día solo para sacar horas para ver, al menos, una película diaria. Me acuerdo que mi tío me mandó una caja llena de VHS imprescindibles. Había muchos: los primeros que me vienen a la cabeza son Ser o no ser, de Ernst Lubitsch; Sed de mal, de Orson Welles o Charada, de Stanley Donen. Quería ver todo lo que se me ponía por delante, pero, sobre todo, soñaba con hacer cine, estar en rodajes, formar parte del engranaje desde que se pone en marcha una película hasta que llega a la pantalla. Y escribí decenas de guiones a cuál más tópico, a cuál más predecible”, nos cuenta con esa emoción honesta que es seña de su personalidad.
Tres. Le digo que en su literatura está esa impronta, ese amor por el cine, esa manera de construir personajes y escenas que son literarias pero al mismo tiempo tan cinematográficas. Porque sus páginas están llenas de imágenes con las que cualquier lector se identificará. Con su energía y sonrisa dice: “Supongo que mi literatura bebe de mis años de obsesión y formación cinéfila. Cuando escribo me centro en construir al personaje, en construir la escena, en destacar los aspectos visuales, esos que si fuera directora planificaría para que la cámara captara en un primer plano, o destacara en un plano general, equilibrado y cargado de subtexto. Porque tanto en el cine como en la literatura quiero leer entre líneas y creerme que el personaje no es una construcción, sino alguien de carne y hueso a quien querer, a quien odiar.”
Cuatro. Los antes citados no son los únicos largometrajes que le han marcado de un modo fiel. “Hay muchísimas películas que han definido mi educación cinéfila y sentimental”, advierte la autora. Sin embargo, entre el cine español, que es por lo que le pregunto, los filmes que nombra sí que representan o se configuran como ficciones importantes para ella. Antes de citar la ópera prima de Alejandro Amenábar hablamos de películas de los ochenta y de los noventa en clave generacional. No podría ser de otra forma. Y, claro, sale esa película tensa e intrigante de Amenábar que conecta con los deseos de la joven Elisa Ferrer. “Siempre hablo de Tesis [1996] porque había en esa película de un director joven y aún inexperto algo de posibilidad: la sensación de que quienes veníamos por detrás y nos íbamos a matricular de cabeza en Comunicación Audiovisual podíamos hacer cine. Y había, sobre todo, una película que a mucha gente de mi generación nos hizo vibrar.”
Cinco. A continuación habla de La comunidad, de Álex de la Iglesia (2000), "donde me di cuenta de la potencia del cine para hacernos sufrir, temer, reír desde lo opuesto a la risa, mostrar lo cruel de la condición humana". Y como nos suele pasar a casi todos, después de ver las pelis de tu tiempo se mira al pasado. Porque la historia del cine español tiene obras tan auténticas y asombrosas como las tres que cita Elisa Ferrer. “Años después me crucé con Arrebato, de Iván Zulueta [1979], y vi entonces que el cine español también podía ser arriesgado, valiente, distinto, turbador”. Acto seguido, como si ya no le cupieran dudas, nombra La caza de Carlos Saura (1966), de la que indica: “con ella entendí la España previa a que yo naciera, con ese blanco y negro limpio, pero que por debajo estaba lleno de sangre, violencia y brutalidad”. Y luego habla de otro de los títulos más relevantes del cine español, como la escritora señala: “Es imposible no hablar de lo que supuso para mí ver El espíritu de la colmena, de Erice [1973], un canto de amor al cine y a la mirada de Ana Torrent, que de algún modo es la mirada curiosa de quienes nos dejamos llevar por las ficciones.”
Seis. Pero no podíamos terminar sin señalar la relevancia y participación de la mujer en la literatura, el cine o cualquier expresión artística o cultural que crece progresivamente. Además de las historias asociadas a ellas, en las que la representación aumenta como constatación de una equidad insoslayable. La cultura, se quiera o no, es femenina. De ahí que Elisa Ferrer explique: “Para una mujer que estudiaba cine a principios de los 2000 era difícil tener referentes femeninos en el cine español, más allá de Pilar Miró o Icíar Bollaín. Por eso, ya muchos años después, poder ver una película como Estiu 1993, de la genial Carla Simón (2017), fue un momento clave como espectadora, con ese retrato tan acertado de la infancia, con esa sencillez para dirigir actores y conseguir que tantos sentimientos afloren y traspasen la pantalla sin siquiera nombrarlos". Algo que también se puede aplicar a sus novelas, Temporada de avispas y El holandés.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Far Leys (Zut, 2014), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.