#VozEnOn
Las películas de mi vida, con Rosa Ribas
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. A Rosa Ribas se la suele asociar con el género negro. Y es cierto que lo ha transitado con fortuna, como la última trilogía de esa familia de detectives de Sant Andreu, los Hernández, pero también es cierto que se sale de los códigos del género para ir más allá de lo evidente, además de que concibe la escritura como una manera de estar en la vida, como atestigua su hermosa última entrega, Peces abisales, tal vez su libro más personal e íntimo, en el que imbrica con naturalidad su peripecia personal, las reflexiones alrededor de la literatura, la escritura y su generosa forma de mirar y alejar los miedos.
Dos. Sí, lo he repetido y lo seguiré haciendo, la buena literatura, la buena música, el buen cine nos salvan y mantienen encerradas las turbaciones a las que se enfrenta el ser humano. Le pregunto a Rosa Ribas y ella, siempre cauta, con una voz armoniosa y calmada, responde: “en muchas ocasiones no sabes por qué algunas películas te dejan huella. Es algo aparte de la calidad intrínseca de la película, es algo entre ella y tú”. Y es que el cine, los libros, la música tienen el poder de escanearnos y revelar cualquier ánimo y zona oculta.
Tres. “Como durante la escritura de Peces abisales he reflexionado sobre momentos clave en mi formación como escritora, he recopilado aquí algunos títulos de películas que recuerdo como primera vez en la que (me) sucedió algo. Una colección de primeras veces. Y, no podía ser de otro modo, algunas películas alemanas”, me dice. Eran tres hermanos y de pequeños sus padres, como tantos, tuvieron que ver con ellos muchas películas infantiles. Pero también cuenta que descubrió de pequeña, en un despiste de sus padres, Nosferatu. "Ir al cine era una aventura para nosotros, niños de la periferia", confiesa, "porque suponía ir a Barcelona, al centro, a cines grandes con nombres como Coliseo, Avenida de la Luz, Alcázar; comprar las entradas en unas taquillas muy historiadas, buscar la fila y los asientos, la emoción de la oscuridad súbita cuando se apagaban las luces y no movernos hasta que volvían a encenderse. Toda una liturgia”.
Cuatro. ¿Y cuál es esa primera película que recuerdas haber visto en el cine? “Peter Pan, ese es mi primer recuerdo de haber ido al cine. También conservo en la memoria la primera ocasión que abandonamos una sala antes de que acabara la película. Fue con Mortadelo y Filemón: el armario del tiempo. A mi padre le pareció tan insoportablemente mala que casi nos arrancó de las butacas. Desde ese día me quedé con la impresión de que nos compraba los tebeos con cierto resentimiento”.
Cinco. En la charla volvemos al miedo, a cómo la escritura es una forma de combatirlo, a esas primerizas sensaciones que nos asaltan. El miedo es un pez que surca las profundidades; no se muestra tanto como otras emociones –la alegría, el enfado–, pero está presente. “Mi primera película de miedo llegó antes de hora y algunas de sus imágenes me persiguieron y persiguen. Fue Nosferatu, que vi en la tele con unos ocho años por despiste de mis padres. Como era en blanco y negro, creyeron que se trataría de una película de cine mudo de humor, del Gordo y el Flaco o de Charlot. Aguanté hasta la escena en la que Nosferatu aparece en el umbral de la puerta y se acerca lentamente al durmiente. Estuve años cubriéndome hasta la barbilla en la cama para poder dormir”, nos revela.
Seis. En El espíritu de la colmena, el mundo gris de unas niñas se iluminaba gracias a la inocencia de su mirada y a la fantasía del cine. Quizás por ese motivo, Rosa Ribas recuerde la visión de la película de Víctor Erice. “Fue la primera vez que una película me dejó clavada en la butaca cuando las luces ya se habían encendido, porque no quería irme. La vi en un cine de arte y ensayo”, me dice. Y continúa: “también la primera y, hasta ahora, única vez en que me he dejado arrastrar por el efecto de la película fue con Los santos inocentes, en el momento en que Azarías ahorca al señorito. Como buena parte de la sala, aplaudí y vitoreé”.
Siete. No sé cómo, llega la noche. Entonces, con la naturalidad con la que escribe y habla Ribas, hablamos de los horarios de ir al cine y de su años en Alemania. “Mi primera sesión golfa fue con Bagdad Café, del recientemente fallecido Percy Adlon. Años después volví a verla cuando ya llevaba un tiempo viviendo en Alemania y disfruté mucho la comicidad del fortísimo acento bávaro de Marianne Sägebrecht. De mi primera película alemana vista en un cine alemán, donde, por supuesto, no había subtítulos, recuerdo sobre todo que apenas entendí palabra. Era la comedia Schtonk!, de Helmut Dietl, una historia sobre la falsificación de los diarios de Hitler”.
Ocho. Resultan curiosos los caprichos de la memoria, "eso de que recuerde en primer lugar comedias alemanas, a pesar de que en los años de estudiante recuerdo haberme tragado un buen número de películas de Fassbinder”. Las ficciones siempre nos ayudan a entender el mundo. Hay dos películas que sirvieron a Rosa Ribas. "Una es una comedia agridulce, Goodbye Lenin. La otra es la sensacional La vida de los otros. Tienen temas y enfoques muy distintos, pero ambas ayudan a entender lo que era ese país extraño, la RDA, que todavía ahora sigue sin acabar de ser parte de la RFA, algo que reflejan películas más recientes como Todos hablan del tiempo”, nos cuenta. Y es que Alemania forma parte de su vida, como si fuese un familiar. Algo parecido a la lectura de Peces abisales, un libro de lectura gozosa y emocionante. Un susurro que te alegra, del que uno sale reforzado y feliz, que contagia una sensación parecida a Cantando bajo la lluvia, que es una película que no tiene nacionalidad.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) acaba de reeditar en versión revisada Perro negro (antes, Far Leys, 2014), en torno a la figura del malogrado genio del folk británico Nick Drake. Es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.