#VozEnOn
Apuntes para un diario frustrado
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. A raíz de un artículo precioso de Luis Alegre sobre los 50 años de Penélope Cruz y su extraordinaria carrera, he vuelto a pensar en lo vulnerable de un oficio tan complejo como la interpretación. Recordé aquello que decía John Ford de que era más fácil convertir a un actor en vaquero que a un vaquero (pongan el oficio que deseen) en actor. Y es que con frecuencia el público apenas otorga relevancia a nuestros actores y actrices. Como si lo que hicieran estuviera al alcance de cualquiera. Pero lo que ha logrado Penélope Cruz no es sencillo; no tanto por sus logros, que también, sino por mantenerse fiel a sus orígenes. Alegre recordaba en su texto que en el discurso de Meryl Streep al recibir el Princesa de Asturias, la actriz americana “exaltó a estas figuras de la cultura española: Lorca, Picasso y Penélope Cruz. El guiño a la actriz tenía su aquel. Tenemos tan cerca el cuadro que no está mal que alguien que lo aprecia un poco más de lejos —y qué alguien, en este caso— nos refresque su valía”. Precisamente el segundo texto de este espacio estuvo dedicado a Penélope, una actriz humilde y trabajadora, un estandarte e icono que no se cree ni lo bueno ni lo malo, una persona honesta que hace mejor a los que le rodean.
Dos. El mundo parece cada vez más una planta carnívora. O más que el mundo en sí, la sociedad. A lo que se suma una rapidez despiadada. Una tendencia a comportamientos cercanos a Hannibal Lecter, pese a que alguno piense que exagero. Por mi trabajo, he visto conductas conmovedoras del público con los actores y actrices, pero también otras irrespetuosas que hielan la sangre. Sin embargo, en estas últimas siempre he asistido a la comprensión de los intérpretes. Esto demuestra su capacidad para entender las emociones y sentimientos humanos, algo que vendría muy bien en general. Y es que se nos olvida, pero tenemos suerte de contar con artistas como Penélope Cruz, Javier Bardem, Maribel Verdú, Antonio Banderas y otros muchos.
Tres. De un modo u otro, esto lo relaciono con la noticia que ya anunció AISGE a propósito de la materialización por parte del reaccionario gobierno de Alpedrete (Madrid) del cambio en los nombres de la Casa de la Cultura "Asunción Balaguer" y de la Plaza de Paco Rabal –en la que destaca un busto del mítico actor– por los de Casa de la Cultura "La Cantera" y Plaza de España. Una manera de negar el talento, la luz y el amor que Asunción Balaguer y Paco Rabal expandieron dentro y fuera de nuestras fronteras. Una manera en la que se desenmascara un modo de ser y existir que nos empobrece y nos canibaliza y nos hace más ignorantes. Una nueva muestra de crear desunión, favorecer las tensiones y no reconocer la excelencia e imagen que logra el cine a través de los artistas que hicieron y hacen más por nosotros que dirigentes que empobrecen la sociedad.
Cuatro. Durante la semana me puse a visionar las series de Bosé, Cristo y Rey y Camilo Superstar, con la idea de escribir una de estas columnas. Series biográficas que recuperan a personas públicas que buscan conectar con los espectadores de varias generaciones. Series que reflejan luces y sombras; a veces unas más interesantes que otras, pero que se dejan llevar o a las que se les imponen unos desarrollos demasiados similares. Viéndolas se me ocurrió que sería atractiva una serie sobre Rosalía, que se saliera de los estándares, que rompiera las convenciones que en ocasiones se les impone a los guionistas. Lo pienso, aún estoy a tiempo de escribir ese artículo cuando las finalice, así como hablar de dos series muy estimables como El otro lado y Poquita fe, propuestas ambiguas que se salen de los convencionalismos.
Cinco. También pensé dedicar unas palabras a Jaime de Arminán, el autor de las espléndidas Mi querida señorita, Stico, El nido, Mi general, y de Juncal, una serie que devoramos y en la que Paco Rabal nos regaló su genio una vez más. Porque Rabal se fusionaba con los personajes que interpretaba. Y en esto tiene mucho que ver Armiñán, un cineasta que lograba extraer lo mejor de los interpretes con los que trabajó. Un director que seguirá ahí, brillando a través de una filmografía desprejuiciada, llena de momentos para el recuerdo; un autor que miraba diferente, que es lo que debe hacer un cineasta, más en unos tiempos que tienden a la estandarización, algo de lo que siempre huyó el gran Jaime de Arminán.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) acaba de reeditar en versión revisada Perro negro (antes, Far Leys, 2014), en torno a la figura del malogrado genio del folk británico Nick Drake. Es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.