twitter instagram facebook
Versión imprimir

            

                  

#VozEnOn


 

 Mamá, quiero ser artista

   

MIGUEL ÁNGEL OESTE

     

            

Ilustración: Luis Frutos

 

Uno. Uno de los platos fuertes de la 16 Semana de cine de Melilla fue la mesa redonda que reunió a Paula Echevarría, Ana Álvarez, Ana Fernández y Alex Monner, moderada por Luis Alegre. Los artistas llenaron la sala Kursaal para desvelarnos la parte más cercana y humana sobre su manera de entender la relación de su profesión y la vida. Un oficio complejo y difícil que, como matizó Alegre, tiene un 92 por ciento de paro, según los Estudios sociolaborales de la Fundación AISGE. Un oficio vulnerable y de riesgo en un sentido muy amplio. Un oficio, como siempre repito, tan relevante para favorecer una existencia más plácida, aunque ni siquiera nos demos cuenta, ni siquiera seamos consciente de ello, ni siquiera tengamos la generosidad de otorgar a los actores y actrices el mérito que merecen en nuestras vidas.

 

Dos. Porque ponerse delante de las cámaras mediante ese acto creativo no es sencillo. Exponerse, como lo hacen los intérpretes, es un regalo para el público. Un viaje extraordinario en el que nos hacen partícipes a través de la creación de los personajes que componen para las películas y las series en las que trabajan. Los cuatro, Paula Echevarría, Ana Álvarez, Ana Fernández y Alex Monner, artistas de diferentes generaciones, se abrieron en un charla honesta y relajada. Los cuatro demostraron ser inteligentes y sensibles; de ahí que puedan ser más de una persona a la hora de crear personajes con los que hemos disfrutado.

 

Tres. Alex Monner habló de dudas y de la dificultad de asimilar el éxito en la adolescencia, mientras que Ana Álvarez decía que lo suyo fue casi un enamoramiento aunque no fuera muy consciente de ello en aquellos momentos juveniles, cuando empezó como modelo por azar. Ana Fernández destacó que una cosa es ponerse en la piel de otros seres muy distintos a los que es en realidad la actriz. Y es que muchas veces los espectadores confunden a los personajes con las personas que les dan vida. Paula Echevarría, con una humildad luminosa, contó cómo desde un pueblo pequeño de Asturias se aventuró a una carrera con confianza y optimismo. Desde su debut en 7 vidas, la actriz ha demostrado hacer de todo sin prejuicios, sirviendo de inspiración a muchas generaciones.

 

Cuatro. Otro de los temas que salió en la conversación fue el cariño que se le toma a los personajes que interpretan. Ana Álvarez y Ana Fernández confesaron que suelen llevarse algún objeto del personaje como recuerdo. Y resulta curioso, o a mí me lo parece, pero en ocasiones apenas conocemos a las personas con las que compartimos la vida y, sin embargo, con muchos personajes con los que hemos crecido sentimos que forman parte de ella, que crecemos a su lado, que nos alientan en las dificultades o simplemente nos hacen pasar un buen rato. Y eso que apenas llegamos a atisbar la persona que se queda detrás, la que da su sangre y sudor por esa ficción auténtica que potencia nuestra realidad y que creemos o consideramos que nos pertenece.

 

Cinco. Y, claro, volvemos al inicio, a esa idea de que la interpretación es un abismo. Uno inestable. Uno en el que la actriz o el actor se deja la vida pero siempre parece estar en la casilla de salida. Un oficio vulnerable. Un trabajo desmedido al que se le dedica horas y horas, a destajo. Y a veces (o sin el a veces) el intérprete debe tener una gran entereza física y sobre todo mental. Fue cuando Alex Monner habló de que iba a terapia para conocerse mejor, para indagar en uno mismo, y Paula Echevarría añadió, con sensatez y carisma, que no había que ir cuando se toca fondo, que igual que uno va al gimnasio para estar en forma y sentirse bien; uno va a un psicólogo a ordenarse, a descubrirse para no caer en la misma trampa siempre. Cuánta razón. Como cuando habló de las redes sociales y afirmó que sabía discernir su vida de las redes. Aunque como comentaron sus compañeras ahora se produce algo tan perverso como que se convoquen castings en función de los seguidores que tenga el artista.

 

Seis. No somos conscientes y ni siquiera nos lo planteamos, pero casi con seguridad hay instantes de nuestras vidas asociados a algunos de los personajes que han interpretado Paula Echevarría, Ana Álvarez, Ana Fernández y Alex Monner. Desde el intenso Gabriel al que da vida Monner en La próxima piel, de Isaki Lacuesta, a ese chico perdido de El cover de Secun de la Rosa; al inolvidable papel que compone Ana Álvarez en La madre muerta, de Juanma Bajo Ulloa; o la comedia de Antonio del Real, Cha-cha-chá, con la que nos enamoró; pasando por la Lili que compone Ana Fernández en Chavalas, de Carol Rodríguez; o la sensibilidad y fuerza del personaje de Ana en Velvet, que crea con maestría y numerosos matices Paula Echevarría. Estos y otros muchos personajes permanecen de alguna manera en mi memoria, y en la de otros muchos espectadores. Solo nos queda aplaudir su riesgo y honestidad: somos afortunados de contar con unos intérpretes que nos inspiran y se proyectan sobre nosotros.

 

                                        
                       

                            
                        

                  
                  

Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) acaba de reeditar en versión revisada Perro negro (antes, Far Leys, 2014), en torno a la figura del malogrado genio del folk británico Nick Drake. Es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011),  Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas   (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del  Festival  de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.

       

Versión imprimir