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Jóvenes con talento
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. España siempre ha sido una cantera de actores y actrices inigualable. Las nuevas generaciones de intérpretes se amplían con talentos y miradas magnéticas. Presencias con personalidades y estilos propios que componen personajes terrenales o elevados con sencillez. Dos ejemplos son los recientes Premios ACTÚA de la Fundación AISGE a Laia Manzanares y Patrick Criado. Dos artistas que en muy poco tiempo han construido una carrera en movimiento en la que destacan personajes distintos con los que demuestran el talento que ambos poseen y el compromiso que tienen con su oficio y el presente.
Dos. Pero los nombres de los jóvenes actores y actrices crecen en una suerte de registros, modelos y rostros que se adaptan a las historias que les proponen los cineastas de un modo especial, tal vez único. Son rostros que se adecúan a estilos muy diferentes, con independencia del género o la ficción retratada por el director o directora. Muestran fortaleza y vulnerabilidad, sin complejos, con una frescura que indica que caminan sin miedo.
Tres. Me refiero a los ya citados Laia Manzanares y Patrick Criado, pero también a jóvenes a los que la cámara ama, jóvenes con un futuro prometedor, como Marina Guerola, que en Los destellos, de Pilar Palomero da vida a una hija que debe enfrentarse a la compleja pérdida del padre. Su rostro es quien carga los planos que resisten en la memoria del espectador. La joven actriz compone uno de esos personajes que quedarán, que erosiona seguramente a la intérprete en un acto de generosidad con el personaje y, por tanto, con los espectadores, porque se entrega por completo en lo inesperado.
Cuatro. Otro rostro es el de Mireia Oriol, a la que ya habíamos visto en series como Alma o películas como El pacto, de David Victori. En su último trabajo con Icíar Bollaín, Soy Nevenka, construye a partir de mimbres reales un personaje con las complicadas aristas de la vida, que persigue sus sueños y se enfrenta a las desilusiones en el caso real de una joven que llevó a juicio a su alcalde por acoso sexual. La ambigüedad de su personaje que pasa de cierta inocencia al dolor destila un camino de posibilidades.
Cinco. Podríamos hablar de otras intérpretes como Marina Salas, Ester Espósito, Georgina Amorós, Laura Galán, Carla Quílez, etcétera. Y, claro, de actores como Iván Pellicer, Daniel Ibáñez, Manel Llunell o Christian Checa, entre otros muchos. Caras que combinan una multitud de sensibilidades distintas y que derrochan tal presencia que se hacen notar en las películas en las que participan.
Seis. Exponerse no es sencillo. La actuación es un oficio apasionante, pero arriesgado, no solo por la inestabilidad evidente, sobre todo por la complejidad de dejarse la piel y la sangre en personajes que se cuelan dentro de las vidas de los artistas, con los que deben convivir sean positivos o negativos, te abran en canal o te cierren en un agujero oscuro.
Siete. En cualquier caso, si no me creen, pueden comprobar por sí mismos el trabajo de Marina Guerola y Mireia Oriol en Los destellos y Soy Nevenka.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) acaba de reeditar en versión revisada Perro negro (antes, Far Leys, 2014), en torno a la figura del malogrado genio del folk británico Nick Drake. Es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.