#VozEnOn
De hombres buenos y olvidos
MIGUEL ÁNGEL OESTE
Uno. En la última maravilla irónica escrita por Manuel Vilas, El mejor libro del mundo, se puede leer: “El destino de los escritores españoles es el olvido profundo, del que solo se han salvado dos en quinientos años de soledad: Cervantes y Lorca. Más Don Quijote que Cervantes y más un asesinato cruel que Lorca. Los demás solo somos acompañantes silenciosos de Cervantes y Lorca”. El libro de Vilas es una celebración repleta de humor, resiliencia y amor por la vida, que además me ha hecho recordar las veces que a finales de los noventa del siglo XX y primeros dos mil del siglo XXI recorría los videoclubes cuando viajaba al extranjero para ver qué cine español se podía alquilar.
Dos. Lo de hablar de videoclubes ya es nostalgia que sale por los poros de los pensamientos, lo sé, y eso de viajar al extranjero es una exageración, porque en realidad estoy hablando solo de cuatro capitales: Dublín, Londres, París y Berlín. Lo que sí repetía en los viajes era buscar videoclubes y ver qué películas españolas o de cineastas españoles estaban disponibles para ser alquiladas. Y, claro, he conectado lo del olvido al que alude Vilas. Ahora las cosas han cambiado, pero en aquellos acercamientos los dos directores que uno encontraba con cierta asiduidad eran Pedro Almodóvar y Jess Franco. En París también encontré Luis Buñuel. Y de tanto en tanto alguna película de Julio Medem, de Alejandro Amenábar y Fernando Trueba. Quizás me olvido de alguno, es posible; sin embargo, no era fácil encontrar películas españolas.
Tres. Es más, en aquellas viejas incursiones me topaba con La edad de oro, de Luis Buñuel, una cinta transgresora e inclasificable repleta de lirismo; con Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar, otro film espléndido, también cargado de momentos surrealistas y que desprendía una libertad única; o con Jess Franco y la icónica Gritos en la noche, pero poco más. En aquellas aventuras por esos establecimientos pensaba en la imagen que se podría hacer un espectador común del cine español. Hoy día ya no pasa. De hecho, es mucho más fácil acceder a un catálogo amplio y diverso de cine español. Y, sobre todo, cuando viajo fuera, se percibe un interés extenso por el audiovisual patrio.
Cuatro. Entonces, la pregunta es otra: ¿qué pasa aquí con las películas que se alejan de la producción industrial? Esto no es único de España, pasa en casi todas las filmografías. Aunque, eso sí, en España somos muy dados a tirarnos piedras y no defender lo que se hace aquí, da lo mismo que sea una película, un disco, un libro… Y ya conocemos cómo está el cine; bueno cómo está la cultura y la educación, ¿verdad? Hablamos de ello hace un par de semanas. El caso es que la llegada de la última película de David Trueba, la estupenda El hombre bueno, me sirve para reflexionar sobre este tema.
Cinco. Después de Saben aquel, una película de industria con distribución que entra en el circuito estable de lo que podemos llamar mercado comercial (con lo que implica), y que ha contado con reconocimiento de público y crítica, cosechando premios, David Trueba dirigió la citada El hombre bueno, una película en las antípodas de Saben aquel, que demuestra la versatilidad y talento de este cineasta. El hombre bueno es una propuesta muy personal, claramente fuera de las coordenadas del mercado; sin distribución, cine independiente, que visualiza los problemas de la industria, no solo porque no se ha estrenado en salas tras su paso por el Festival de cine de Málaga, más que nada porque es una estupenda película de madurez que pasa por ese olvido al que aludimos. Sí, al menos ha pasado a una plataforma como Movistar+, que suele estar atenta a este cine español. Pero es una película que debe moverse desde el reverso de la nada para encontrar el reconocimiento del público y la crítica.
Seis. Con solo cuatro intérpretes (Jorge Sanz, Macarena Sanz, Vito Sanz y Aia Pérez) y un escenario idílico, un matrimonio acude a un amigo para que les ayude en los términos de una separación razonable y positiva. Al modo de Rohmer, David Trueba compone un retrato sin alardes, que juega con la plenitud de la vida, con sus dosis de humor y dolor, reflejando con simpleza las cosas profundas que de verdad importan. Una historia que muestra problemas cotidianos y la dificultad de mantener una pareja con hijos, trabajo, etcétera. Todo está narrado con calma, de manera luminosa y a la vez profunda. Una película que debería evitar el olvido por mostrar temas, sentimientos y emociones de hoy de una manera honesta y bondadosa tan en desuso en esta sociedad de mercadeo.
Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) acaba de reeditar en versión revisada Perro negro (antes, Far Leys, 2014), en torno a la figura del malogrado genio del folk británico Nick Drake. Es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011), Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del Festival de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.