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#VozEnOn


 

 El cine como salvación

   

MIGUEL ÁNGEL OESTE

     

           

Ilustración: Luis Frutos

 

Uno. En España levantar un proyecto cinematográfico no es sencillo ni fácil. Cuesta tanto a cineastas veteranos como noveles, e incluso a actores o actrices con una amplia carrera. Es un camino de incertidumbre, más si el director o directora quiere hacer un proyecto personal con un estilo concreto, al margen de que se trate o no de una película de género. Y, ojo, no hay que dejarse engañar por la exposición pública que representa en ocasiones la cultura, porque transitar cualquier expresión artística en este país es casi con seguridad un trayecto precario. Y, sin embargo, es un acto de generosidad para los espectadores que nos alivia la vida.

 

Dos. Viene esta introducción a cuento de la instantánea que uno puede encontrarse en las carteleras en la confluencia de miradas y sensibilidades distintas en el cine español. Me refiero a tres películas estrenadas recientemente que señalan fronteras o alternativas diferentes en la representación de las realidades que aborda, como son El llanto, de Pedro Martín-Calero; Rita, de Paz Vega; y El 47, de Marcel Barrena. Son tres propuestas con paradigmas disidentes que ponen en duda cuestiones de un mundo frágil. Tres títulos que buscan su lugar para dialogar con cada espectador que se acerque a ellas, pues exponen temas, problemáticas y desafíos que llegan a ser universales.

 

Tres. Inventar historias desde ese lado menos visible y a partir de un género, el terror, que apela a lo primigenio del ser humano. Este es el manejo de los códigos del terror que propone Pedro Martín-Calero, aunque manteniendo una representación personal y estética absorbente de lo más atractiva. El llanto transita los miedos ancestrales y los más actuales, señalando las conexiones de la soledad y lo pernicioso de las pantallas en un contexto social que nos alerta de lo fantasmal de nuestra existencia. El género de terror expone las zonas porosas de nuestras emociones para llegar a lo más profundo dialogando con lo contemporáneo, algo que sabe el cineasta de El llanto.

 

Cuatro. Rita, el debut en la dirección de Paz Vega, aborda la violencia de género a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado en Sevilla. Lo hace desde la perspectiva de la hija de siete años, cuya cámara siempre se coloca a la altura de sus ojos, con un rigor narrativo que palia cierta linealidad. La postura social y política del filme radiografía un problema que se revela diario. Lo hace con tacto a partir de la resignación, el sufrimiento y la inevitable pérdida. Siempre desde la lectura que hace la niña en relación a la realidad de los adultos y a esa mirada de sorpresa/aprendizaje/estupor que representa ante lo que percibe, ve y siente.


Cinco. El 47, de Marcel Barrena, protagonizada por Eduard Fernández –acompañado por Salva Reina, Carlos Cuevas o Clara Segura, entre otros–, cuenta la historia del barrio barcelonés de Torre Baró, con una postura social que abraza la conciencia de clase y habla de la migración en los años cincuenta en Barcelona. Una cinta que conecta con el presente. Una cinta de denuncia que propone con sencillez la peripecia de un emigrante, Manuel Vital, conductor de autobús que no busca heroísmo, sino reivindicar lo justo. La película de Barrena rescata un hecho real en el que destaca la solidaridad y la creencia en la condición humana.

 

Seis. Vivimos en un mundo fragmentado y en ocasiones demasiado hostil, pero al menos mediante el cine podemos celebrar la vida a través de estas y otras visiones que se manifiestan como resistencia y hasta rebeldía. Y es que, tal vez, estos cineastas en búsqueda del equilibrio entre lo personal y la conquista de un público amplio, o entre una mirada que no renuncia a la autoría y el denominado "cine comercial", reflejan un cine que cuestiona sistemas y lucha por la vida.

           

                                        
                       

                            
                        

                  
                  

Licenciado en Historia y Comunicación, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1972) acaba de reeditar en versión revisada Perro negro (antes, Far Leys, 2014), en torno a la figura del malogrado genio del folk británico Nick Drake. Es autor de las novelas Bobby Logan (Zut, 2011),  Arena (Tusquets Editores, 2020), que obtuvo el Premio Memorial Silverio Cañada en 2021, y Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022, premio Finestres de narrativa en 2023). También le asiste experiencia en el ámbito de la literatura infantil y juvenil con los títulos Carlota quiere leer (Anaya, 2020) y Sofía, la hormiga sin antenas   (Anaya, 2022). Forma parte del Comité de Dirección de cine del  Festival  de Málaga y es director de la Semana de Cine de Melilla.

       

           

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