Sonsoles Benedicto
Casi seis décadas de carrera y decenas de papeles en teatro, televisión y cine junto a los más grandes de la dirección y la interpretación contemplan a esta actriz (Cuenca, 1942) que debutó sobre las tablas del Teatro Beatriz allá por 1961. Fue bajo las órdenes de Cayetano Luca de Tena en Calumnia. Era entonces una pipiola que compartió camerinos con María José Alfonso, Amparo Baró o Manuel Gallardo.
Con una sólida formación (pasó por el Conservatorio de Música y la Escuela de Arte Dramático), reconoce en Joaquín Dicenta y Mercedes Prendes a sus principales maestros. Mentores que le hicieron amar, por encima de todo, el escenario. El teatro, fundamentalmente el clásico, ha sido su territorio, donde llegó a convertirse en una figura imprescindible. “El teatro es un exponente de costumbres, pero ante todo es un acto de comunicación entre el actor y el público”, dice quien se siente fascinada por Calderón, Fernando de Rojas, Valle-Inclán o García Lorca, pero también por Molière, Shakespeare o Chéjov.
Además de haberse atrevido con la zarzuela (Agua, azucarillos y aguardiente), ha picoteado no pocas veces en cine y televisión, aunque siempre con tareas de reparto. Eso sí, fue galardonada por la Unión de Actores y Actrices gracias a su trabajo en la película La vida empieza hoy.
A estas alturas sigue desprendiendo un incontenible entusiasmo. Durante una entrevista para AISGE aseguró que en su oficio “no pierdes la ilusión por hacerlo bien ni aunque tengas 180 años”. Ella no solo no la ha perdido, sino que la ha acrecentado con el paso del tiempo. Bastaba verla hace apenas un año dando lo mejor de sí encima de las tablas gracias a Los otros Gondra (Relato vasco), con dirección por Josep Maria Mestres.
Julia Martínez
Cuando algunos años atrás puso fin a su exitosa trayectoria como actriz, esta discreta y comedida mujer declaró: “Mi carrera ha terminado. Y no siento nostalgia”. Ni falta que le ha hecho, después de satisfacer a un público que primero la aplaudió en las salas de cine –se inició como intérprete en los años cincuenta– y luego sobre los escenarios –su gran pasión– o en la pequeña pantalla –¿quién no ha escuchado piropos a aquella modélica esposa y madre de La casa de los Martínez?–.
Esta santanderina de 1931 debutó en 1952 con la película de Ladislao Vajda Ronda española. Y un año después, en 1953, ya estaba levantando en San Sebastián la Concha de Plata a la mejor actriz por su papel en Hay un camino a la derecha (Francisco Rovira). Participó también en El último cuplé o Los ángeles del volante antes de centrarse en el teatro y la televisión, aunque alguna vez retornó al frenesí de los rodajes, como en La mitad del cielo (Manuel Gutiérrez Aragón).
Rostro habitual de los recordados Estudio 1 y Novela, ha conocido todos los coliseos españoles con montajes de El adefesio, Doña Rosita la soltera, Entre tinieblas, Los intereses creados, El diario de Ana Frank o Arsénico, por favor, entre otros muchos. Es sobre el escenario donde mejor se siente: “Es donde más eres tú y donde más sientes lo que interpretas”.
Aunque en televisión se la haya visto en series tan populares como Cuéntame cómo pasó, Hostal Royal Manzanares o Todos los hombres sois iguales, su papel estelar lo había interpretado ya en La casa de los Martínez, un espacio mítico de TVE emitido entre 1967 y 1971. Y por si fuera poco, esta mujer sin añoranzas también se dedicó al doblaje: puso voz de la ingenua Rose Nylund en Las chicas de oro.